Frederic Ratzel (1844-1905) es considerado como el representante paradigmático de la asunción del evolucionismo y el positivismo en la geografía, que se consolida a fines del siglo XIX. Ratzel contará con una amplia y variada formación; durante sus estudios en la Universidad de Jena tomará contacto con Haeckel, quien desarrolla los principios básicos de lo que será la ecología; estudia también etnografía en Munich. Realiza numerosos viajes por Europa y América del Norte como periodista, lo que le brinda oportunidades amplias de observación de la realidad.
Entre sus obras se destacan la Antropogeografía (dos volúmenes publicados en 1882 y 1891 respectivamente) y la Geografía Política (1903).

En la obra de este autor se reconocen claramente los postulados positivistas y también los del evolucionismo. A ellos se suman un minucioso conocimiento de la tradición geográfica, en especial de las obras de Humboldt y Ritter, y también nociones provenientes de autores como Herder (de quien toma el ideal nacionalista y la idea de la Tierra como "teatro de la humanidad").

Su obra se orienta, en gran medida, al tema clásico de la diferenciación de la superficie terrestre, aunque enfocándolo específicamente en lo relativo a la diferenciación humana. El problema de la unidad de la especie humana que se manifiesta en grupos o pueblos ("razas") tan diferentes -como lo documenta la etnografía- exige una explicación que será hallada en la historia que se desarrolla sobre la Tierra, lo que da lugar a la consideración de las distintas condiciones naturales de los cuadros terrestres (Moraes, 1989).

Las diferencias entre los pueblos son interpretadas como diferencias de civilización, la cual, a su vez, expresa un determinado nivel de utilización de la naturaleza: cuanto mayor es el "nivel" de civilización más intensa es la relación con la naturaleza. Por otra parte, cada pueblo tendría una energía ("energía de los pueblos") que también estaría condicionada por las condiciones naturales en las que se desarrolla. Fuerza del pueblo y condiciones naturales, juntas, definen los "niveles de civilización". Este esquema se enriquece con la consideración de la "difusión" o movimiento de los pueblos en el espacio; los pueblos más civilizados tienen la capacidad de expandirse y, con esto, influir sobre otros. A medida que los pueblos "se civilizan", establecen relaciones más complejas con sus espacios, al tiempo que tienden a expandirse.

La cuestión del dominio del espacio adquiere una posición central, y dos conceptos formulados por Ratzel son fundamentales para dar cuenta de ella:

Así, toda sociedad necesita de un territorio en tanto espacio vital, y su defensa pasa a ser un imperativo de la historia. La historia es vista entonces como una lucha por el espacio, en la que los más fuertes (civilizados) serán los vencedores. La defensa del territorio será una necesidad fundamental a la hora de comprender el proceso de organización del Estado; una vez constituido, el Estado adquiere autonomía y se transforma en el principal agente del proceso histórico, teniendo entre sus principales intereses el apetito territorial.

A la luz de lo expuesto, pueden señalarse algunas cuestiones importantes para el tratamiento del tema. La primera es observar que la relación entre condiciones naturales y sociedad, en Ratzel, es más compleja y mediada que lo que suele reconocerse. La cultura, la tecnología, entre otros, están presentes mediando esta relación, alejándola de las visiones deterministas más simplistas. A pesar de esto, gran parte de los difusores del pensamiento ratzeliano transmitieron estas últimas visiones, llegando a formular afirmaciones tales como las que vinculan las regiones planas con el predominio de las religiones monoteístas (Ellen Churchil Semple) o, aunque menos burdas pero más difundidas, las que relacionan las condiciones climáticas con la civilización (según las cuales, por ejemplo, el rigor de los inviernos explicaría el mayor desarrollo de la Europa del Norte, o las afirmaciones acerca de la indolencia del hombre tropical comparado con el industrioso septentrional, que se han utilizado como explicación de las diferencias entre las colonias de Brasil y Estados Unidos).

La segunda es notar la coherencia de estos planteamientos con los intereses de las sociedades europeas dominantes de ese momento. El planteo ratzeliano es, en gran medida, una explicación "científica" de lo que está ocurriendo: expansionismo, colonialismo, consolidación nacional y puja entre estados, orden capitalista y diferenciación social extrema. Todos estos hechos encuentran su explicación y, más aún, su justificación. Y más interesante aún es el vínculo que, en esta justificación, se establece con el orden natural; esto lleva a la naturalización del orden social y, en concordancia, al carácter necesario de dicho orden. El darwinismo social resulta bastante evidente. Los distintos pueblos serán ordenados en un orden evolutivo, desde los más "primitivos" hasta los más "civilizados", abriendo paso a relaciones jerárquicas y de dominación de los segundos sobre los primeros.

Vinculado con lo anterior, cabe destacar el rol central que adquiere la relación entre Estado y territorio, y la justificación del expansionismo, que tendría bases en una energía propia y diferencial de los pueblos, y en sus necesidades territoriales (como su espacio vital). En último término, estas tendrían razones de índole natural. Estos planteos tendrán importantes consecuencias. Por una parte, serán retomados por ideólogos de la geopolítica y darán sustento y justificación a hechos como el expansionismo alemán en el siglo XX, con nefastas consecuencias. Por otra, y para el campo de la disciplina, llevarán "por reacción" a un alejamiento o desconsideración del rol de la política en la explicación de la organización espacial, que perdurará por muchos años.

Nuevamente, y para concluir este título, resulta de interés dejar instalada la pregunta acerca de las relaciones entre estos temas, conceptos y enfoques, con los contenidos que serán impartidos por la geografía escolar.