El Crack-Up, de Francis Scott Fitzgerald

Esto es lo que ahora pienso: que el estado natural del adulto consciente es una infelicidad específica. También pienso que en un adulto el deseo de ser de mejor fibra de la que se es, “un esfuerzo constante” (como dicen los que se ganan el pan diciéndolo), solo termina por añadirse a esa infelicidad con el fin de nuestra juventud y nuestras esperanzas. Mi propia felicidad, en el pasado, a menudo se acercaba a algo así como un éxtasis que no podía compartir ni siquiera con la persona a la que más quería, sino que tenía que agotarla caminando por tranquilas calles y callejas, y de él solo quedaban fragmentos que destilar en los renglones de un libro, y creo que mi felicidad, o talento para el autoengaño o lo que se quiera, era una excepción. No era lo natural sino todo lo contrario –tan artificial como la Era de Prosperidad–; y mi experiencia reciente marcha en paralelo con la ola de desesperación que azotó a la nación cuando terminó la Era de Prosperidad.