La Odisea, de Homero (fragmento 1)

Dicho esto, alejeme de la nave y del mar. Pero cuando, yendo por el sacro valle, estaba a punto de llegar al gran palacio de Circe, la conocedora de muchas drogas, y ya enderezaba mis pasos al mismo, saliome al encuentro Hermes, el de la áurea vara, en figura de un mancebo barbiponiente y graciosísimo en la flor de la juventud. Y, tomándome la mano, me habló diciendo: –¡Ah, infeliz! ¿A dónde vas por estos altozanos, solo y sin conocer la comarca? Tus amigos han sido encerrados en el palacio de Circe, como puercos, y se hallan en pocilgas sólidamente labradas. ¿Vienes quizás a libertarlos? Pues no creo que vuelvas, antes te quedarás donde ellos están. Ea, quiero preservarte de todo mal, quiero salvarte: toma este excelente remedio, que apartará de tu cabeza del día cruel, y ve a la morada de Circe, cuyos malos intentos he de referirte íntegramente. Te preparará una mixtura y te echará drogas en el manjar; mas, con todo eso, no podrá encantarte porque lo impedirá el excelente remedio que vas a recibir. Te diré ahora lo que ocurrirá después.