Copyleft, bajo licencia GFDL.
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Cada estación de trabajo debe ser razonablemente moderna, con altos requerimientos de memoria,
procesador y disco, y debe ser mantenida individualmente (actualizaciones, instalaciones, antivirus).
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Es necesario adquirir licencias onerosas para el software de cada estación de trabajo. Aun si estas
fueran "donadas", esas donaciones se limitan a determinados productos, y no incluyen actualizaciones
necesarias, con lo que pueden convertirse en un serio problema en un plazo relativamente corto.
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En el mejor de los casos, sólo podemos contar con un programa de cada clase (procesador de palabras,
hoja de cálculo, navegador de WWW), con lo que los alumnos sólo se ven expuestos a una manera de
hacer las cosas. Así, sólo aprenden a utilizar programas de una única marca comercial, en
una forma principalmente operativa.
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La aceptación de las condiciones de licencia, por lo general complejas, leoninas y diseñadas con
el expreso propósito de evitar la difusión del conocimiento encapsulado en los programas, abre la
puerta a un sinnúmero de problemas tales como auditorías externas a discreción del
proveedor, inseguridad sobre el cumplimiento de dichas condiciones, y control de las actividades del personal y
el alumnado.
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Los programas sólo están disponibles en los idiomas que el propietario decidió soportar,
los que a menudo no incluyen el castellano, y prácticamente nunca incluyen lenguajes minoritarios.
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El centro educativo debe convertirse en ente de vigilancia del cumplimiento de las licencias, capacitando en el
uso de tecnologías, pero sin facilitar de ningún otro modo el acceso a ellas.
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Continuamos en el círculo vicioso en el cual las empresas y organizaciones no pueden aprovechar las
ventajas del software libre porque perciben una escasez de personal capacitado, y las personas se capacitan en
software privativo porque es lo que las empresas tienen. De esta manera, el sistema educativo está
invirtiendo dinero público en asistir a ciertas empresas para mantener alta la barrera a la entrada de
la competencia, y así preservar su posición monopólica en el mercado.
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Difundimos el uso de herramientas de las que el alumno no puede apropiarse directa ni indirectamente, cuyas
condiciones de licenciamiento le prohíben expresamente aprender cómo funcionan,
relegándolo así al rol de mero consumidor.
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Los alumnos experimentan al software como un ente ajeno, diseñado y creado en un ambiente cultural,
social y económico completamente distinto del propio, por grandes corporaciones que dictan qué
programas deben estar en cada computadora, y de qué manera deben comportarse, de acuerdo a su agenda
comercial más que a las necesidades reales de cada usuario.
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Debemos enseñar a los alumnos que el software que usan no debe ser compartido con nadie, pues hacerlo es
delito, y que es normal y aceptable renunciar al derecho a la solidaridad a cambio de un poco de comodidad
personal.
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Las estaciones de trabajo pueden ser equipos reciclados de segunda mano, muy baratos, empleados como
"clientes dedicados" de una única máquina moderna por centro educativo, la que
proporciona los recursos para funcionar de manera ágil. Las estaciones de trabajo no requieren
administración.
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Disponemos de una enorme colección de programas que pueden ser usados legalmente sin erogación
monetaria alguna, y constantemente se agregan nuevos programas en las mismas condiciones.
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Podemos incluir en el currículum varios programas de cada clase, con lo que los alumnos aprenden a
abstraer la tarea a realizar del mecanismo concreto con el que se lleva a cabo en un determinado programa. Esto
les facilita más adelante aprender nuevos programas, pues han adquirido conocimiento funcional, y no
meramente operativo.
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Las condiciones de licenciamiento son claras, sencillas de cumplir, no requieren supervisión, y
están diseñadas para fomentar la difusión de las ideas y mecanismos corporizadas en los
programas.
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Aun los programas que no están disponibles en el lenguaje deseado pueden ser traducidos por los
interesados sin entrar en conflicto con la licencia.
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El centro educativo es, además de lugar de aprendizaje, un centro de difusión tecnológica,
que provee soluciones tecnológicas adecuadas a su realidad a las organizaciones de base barriales de su
área de influencia, tales como PyMEs, cooperativas, ONG, etc., reforzando su rol de difusión de
conocimiento socialmente útil.
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Rompemos el círculo, formando alumnos que en virtud de su conocimiento funcional y no meramente
operativo pueden adaptarse rápidamente a programas privativos si fuera necesario, pero también
pueden llevar programas libres a las empresas y organizaciones.
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El alumno aprende herramientas que puede hacer tan propias como desee, incluyendo no sólo la capacidad
de usarlas, sino también de desmantelarlas, recombinarlas, crearlas y mejorarlas.
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Los alumnos ven al software como el elemento dinámico y cambiante que es, y trabajan con programas
desarrollados como esfuerzo comunitario por miles de personas como ellos con el fin satisfacer sus propias
necesidades, y preservando el derecho de cada uno de elegir cuáles programas quiere usar y cuáles
no, y de qué manera debe comportarse cada uno de ellos.
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Podemos enseñar a los alumnos que la solidaridad y el compartir son actitudes socialmente positivas
también en el mundo del software, y que existen modalidades para copiarlo y compartirlo libremente sin
violar la ley.
No hay una solución mágica. Se hace con concientización y capacitación. Es mostrar que
otro modelo es posible.