Soberania
Unitarios y Federales Unitarios y Federales

UNITARIOS Y FEDERALES

Entre 1820 y 1852, la historia de las Provincias Unidas estuvo atravesada por el enfrentamiento de dos proyectos políticos que intentaron imponerse sobre la sociedad.

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A la vez, comenzó a perfilarse una separación entre los grupos de poder de la ciudad y los líderes rurales denominados «caudillos». Los sectores rurales consideraban al caudillo auténtico representante y defensor de la región o de la provincia a su cargo; los caudillos eran la expresión de su poder. Por ello, las elites urbanas consideraban a los caudillos un obstáculo a la organización del Estado nacional. Con ejército propio que los seguía y defendía, muchos caudillos serían fervientes federales y otros se aliarían con los unitarios. En este contexto, en 1820, dos caudillos del interior (Estanislao López y Francisco Ramírez) se impusieron sobre Buenos Aires y dieron comienzo al período de autonomías provinciales: cada unidad dictaría sus propias leyes, organizaría su forma de gobierno y sostendría sus ejércitos.

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Juan manuel de Rosas
Manuel Dorrego

Tras varios gobiernos unitarios en Buenos Aires y la breve presidencia de la Nación del unitario Bernardino Rivadavia, en 1827 la Junta de Representantes porteña eligió como gobernador al líder del partido federal Manuel Dorrego, que nombró al importante terrateniente bonaerense Juan Manuel de Rosas como comandante general de las milicias de la provincia.

Fusilamiento dorrego

Fusilamiento
de Dorrego

Los unitarios, dispuestos a recuperar el poder, dieron un golpe de Estado el 1 de diciembre de 1828 y nombraron, de forma ilegal, como gobernador a Juan Lavalle, que decidió el fusilamiento de Dorrego sin juicio previo.

Esta drástica decisión hizo que se extendiera la guerra civil en el territorio bonaerense.

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fusilamiento soldados

A principios de 1829, Lavalle debió enfrentar a fuerzas federales santafesinas y bonaerenses. Rosas, con milicias propias, generó un levantamiento generalizado contra el nuevo gobierno y Lavalle fue derrotado. Para poner fin a las hostilidades, firmó con Rosas dos acuerdos sucesivos: el Pacto de Cañuelas y el Pacto de Barracas.

Los unitarios no cumplieron ninguno de los dos pactos y la Legislatura decidió nombrar gobernador al heredero natural de Dorrego en el partido federal para restablecer la estabilidad perdida por los conflictos entre unitarios y federales.
Juan Manuel de Rosas inició así su primer gobierno como el «Restaurador de las leyes y el orden».

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Durante su gestión, Rosas buscó imponer el orden al apelar a una identidad política fuerte: la federal. Por su parte, aunque los unitarios habían fracasado en Buenos Aires, triunfaron en muchas provincias y, liderados por el general Paz, conformaron la Liga del Interior. Para enfrentarlos, Rosas firmó con las otras provincias federales el Pacto Federal, organizó un gran ejército con el dinero de Buenos Aires y derrotó en varias ocasiones a los unitarios. Con la guerra civil apaciguada, el gobernador santafesino Estanislao López le solicitó a Rosas que convocara a un Congreso constituyente, pero el Restaurador se negó, afirmando que en el territorio rioplatense todavía no estaba pacificado.

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SEGUNDA GOBERNACIÓN
DE ROSAS

1835-1852

En 1835, el caudillo federal Facundo Quiroga fue asesinado brutalmente, lo que generó una conmoción social generalizada. La Sala de Representantes porteña temía que volviera la guerra civil y solo un hombre aparecía como garantía ante la crisis, Juan Manuel de Rosas. Le ofrecieron la gobernación por cinco años con facultades extraordinarias: Rosas tendría en sus manos el control absoluto del Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Para legitimarse, el Restaurador pidió que se confirmara su mandamiento por medio de un plebiscito popular.

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Juan Manuel de Rosas, promotor del orden y la prosperidad bonaerense

Rosas contó con un gran consenso en la provincia de Buenos Aires: hacendados, comerciantes, militares, sectores medios y bajos de la ciudad y el campo apoyaron su gestión, convencidos de su papel como promotor del orden y la prosperidad bonaerense. Por su parte, para Rosas el restablecimiento del orden implicaba acallar toda la voz opositora.

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Para eso dispuso numerosas cesantías de empleados, militares y miembros de la Iglesia señalados como enemigos de la causa federal e impuso el uso obligatorio de la cinta punzó como símbolo de incondicionalidad política. También contaba con la Sociedad Popular Restauradora, un grupo de rosistas incondicionales organizados como club político que realizaba acciones represivas contra sus enemigos. Debido a esta persecución, muchos opositores optaron por emigrar y Montevideo fue el centro principal donde se reunieron los unitarios y los jóvenes de la generación del 37.

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Ante la falta de caudillos opositores poderosos, Rosas extendió su influencia en las provincias que delegaban en él los asuntos exteriores y evitó convocar a un Congreso Constituyente. Además, frenó la formación de instituciones nacionales por encima de la Confederación, lo que evitó que tuviera que redistribuir los ingresos de la aduana porteña. De esta forma, consolidó su poder como gobernador de Buenos Aires.

Tras dos décadas de conflictos internos, Rosas logró un sistema que garantizaba el predominio del sector mercantil-ganadero bonaerense del cual él formaba parte, la inserción de la región en el mercado mundial y el control de los recursos obtenidos a través del puerto y la aduana de Buenos Aires. Para eso, durante su segundo mandato mejoró el régimen aduanero, vendió tierras públicas y protegió a aquellos terratenientes que se dedicaban a la exportación de ganado.

Los conflictos internacionales

Rosas debió enfrentar múltiples conflictos internacionales en una época de guerras imperialistas a nivel mundial y de conflictos en países limítrofes que todavía no habían logrado su autonomía como Uruguay, Bolivia y Brasil. Los unitarios exiliados en Montevideo, que comenzaron a atacar el gobierno de Rosas hacia 1838 y conspiraron contra él de manera permanente, ayudaron a las potencias europeas a debilitar a la Confederación.

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Pero el recurso de la intervención extranjera no hizo más que ayudar a la causa federal ya que los dos bloqueos comerciales de Francia e Inglaterra que Rosas pudo resolver de forma exitosa le valieron el prestigio a nivel mundial que no tuvo otro gobernante del período ni de la región.

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Vuelta de obligado

COMBATE DE LA
VUELTA DE OBLIGADO

En 1845, los exiliados unitarios convocaron a Francia y a Gran Bretaña para detener al aliado de Rosas en Uruguay, Manuel Oribe. Las potencias europeas lo consideraron una oportunidad para obtener la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay, que convenía a sus intereses ya que les evitaba tener que negociar con la aduana porteña.

BLOQUEO ANGLO-FRANCÉS

En 1845, una escuadra naval rosista bloqueó el puerto de Montevideo para defender a Oribe y este fue el pretexto para que los ingleses y franceses atacaran y vencieran a la escuadra confederada en agosto. Esto llevó a que la Confederación Argentina le declarara la guerra a las dos naciones más poderosas de la época.

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Rosas decretó la movilización total de la población en función de la guerra: a la señal de un cañonazo en la ciudad y de toques de campana, los comercios debían cerrar sus puertas y todos los hombres tenían que concurrir a los oficios militares. Las prácticas tenían una duración de dos horas y se repetían todos los días a excepción de los sábados y domingos. Entre tanto, la escuadra invasora bloqueó todos los puertos argentinos y los que se hallaban en manos de los uruguayos prorrosistas.

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En este contexto de enfrentamiento total con las potencias europeas, el 20 de noviembre de 1845, cuando una escuadra anglofrancesa intentó navegar el río Paraná por la fuerza, se produjo el combate de la Vuelta de Obligado.

Los resultados políticos y económicos de la invasión posterior a Obligado fueron insignificantes, las ventas fueron pobres y algunos barcos volvieron a sus puntos de partida tan cargados como habían salido. Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después.

Legado

Los dos grandes legados que dejó la Confederación Argentina fueron la conciencia social vinculada a la defensa de la soberanía ante potencias extranjeras y las bases políticas para un régimen federal como el sancionado por la Constitución de 1853.

Dia de la soberania

La actuación de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del general José de San Martín y el regalo de su sable corvo utilizado durante las guerras de la independencia. Dijo el militar argentino en relación con la batalla de la Vuelta de Obligado:

«Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así
nomás sin ningún trabajo».

Dia de la soberania

Luego de la Constitución de 1853 ya no se discutió que la Argentina tenía que ser un país federal, pero recién en 1880 —cuando Buenos Aires fue dividida en dos, su capital se convirtió en la del país y los recursos de la aduana porteña se federalizaron— el resto de las provincias pudo obligarla a convertirse en parte de una Nación.

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