Pensadores socialistas utópicos
El sistema de falanges o comunidades cooperativas
[…] “El trabajo socialista, para ejercer una fuerte atracción sobre el pueblo, deberá diferir radicalmente de las odiosas formas con que nos la presenta el estado actual. La industria societaria para convertirse en atrayente necesitará cumplir las siete condiciones siguientes:
1. Que cada trabajador sea asociado, retribuido con dividendo y no con salario.
2. Que todo hombre, mujer o niño, sea retribuido en proporción de las tres facultades: capital, trabajo y talento.
3. Que las sesiones industriales sean variadas próximamente ocho veces por día, pues el entusiasmo no puede sostenerse más de una hora y media o dos horas en el ejercicio de una función agrícola o manufacturera.
4. Que sean ejercidas en compañía de amigos espontáneamente reunidos, intrigados y estimulados por activísimas rivalidades.
5. Que los talleres y cultivos presenten al obrero los atractivos de la elegancia y limpieza.
6. Que la división del trabajo sea llevada al grado supremo, a fin de aficionar cada sexo y cada edad a las funciones más adecuadas.
7. Que en esta distribución, cada uno, mujer o niño, goce plenamente del derecho al trabajo o derecho de intervenir en cada rama de trabajo que le convenga escoger, siempre que acredite aptitudes y probidad.
En fin, que en este nuevo orden goce el pueblo de una garantía de bienestar, de un mínimum suficiente para lo presente y para lo porvenir y que esta garantía de toda inquietud para sí y para los suyos.”
Fourier, Charles. “El falansterio”.
El industrial Owen y su experiencia socialista en New Lanark
[…] “Owen era un prospero industrial textil británico […] que organizó una comunidad industrial llamada New Lanark modelada en conformidad con los principios del socialismo utópico, para demostrar que las condiciones del medio social influyen decisivamente en la posibilidad de perfeccionar los métodos de producción.
En New Lanark, donde tenía su fábrica, construyó viviendas para los obreros, escuelas para los hijos de estos, comedores y campos de recreo, etc., y demostró prácticamente que era posible trabajar en esas condiciones y obtener todavía utilidades. Algo más: merced al bienestar otorgado a sus obreros, consiguió un índice más alto de productividad.
De los satisfactorios resultados de su experimento sacó Owen argumentos prácticos para proponer una serie de medidas de protección a los trabajadores, tales como la reducción de la jornada de trabajo a solo 12 hs. […], la prohibición del trabajo a los menores de 10 años, la educación universal, la organización de gremios, y asociaciones de tipo cooperativo, como controles eficaces para moderar los excesos del capitalismo, etc.”
Montenegro, Walter. Introducción a las doctrinas político-económicas. FCE, 1977.
Saint-Simon y el gobierno de los científicos
[…] “Saint Simon […] predica la aplicación práctica de los principios del cristianismo, proclama la necesidad de exaltar la fraternidad humana que como incentivo y motor de la actividad social debería reemplazar al afán de lucro. Cree que la propiedad debe ser socializada y el derecho de herencia suprimido; que todos los miembros de la sociedad deben producir de acuerdo con su capacidad y ser remunerados conforme a sus aptitudes, pero que esa diferencia en las remuneraciones no debe llegar nunca a crear clases económicas ni extremos de riqueza por una parte y de pobreza por otra. El gobierno será encomendado a los científicos, quienes tienen especial capacidad para estudiar los problemas colectivos y darles una solución adecuada [...].”
Montenegro, Walter. Introducción a las doctrinas político-económicas. FCE, 1977.
Ideas comunes a muchos utopistas
[…] “Todos los utopistas comparten la noción de que el hombre es fundamentalmente bueno y que atesora en su naturaleza ricos elementos germinales de sociabilidad y cooperación. El exasperado sentimiento posesivo que nace de la propiedad privada a la que se rinde culto casi religioso, el apetito de lucro, el impulso competitivo, y otras condiciones incubadas por la sociedad capitalista, pervierten al hombre y entorpecen la marcha de su perfeccionamiento y su felicidad. Por consiguiente, dicen los utopistas, basta con apelar a aquella naturaleza fundamentalmente propicia para anular las influencias corruptoras del medio y producir la gran reforma social. Esta reforma se concreta en los siguientes puntos principales: socialización de los instrumentos de producción, empezando por la tierra. Supresión de la herencia, que contribuye a crear la riqueza injustificada y excesiva. Supresión de la moneda y sustitución de ésta por bonos de trabajo. Supresión del sistema de empresa competitiva privada, y sustitución de la misma por un sistema de cooperación destinado a producir lo que la colectividad necesita para su consumo directo. Protección del individuo mediante leyes sociales y sistema de seguro que hagan desaparecer la incertidumbre que da origen al apetito posesivo y al atesoramiento. Distribución y sistematización del trabajo para hacerlo eminentemente grato y productivo. Producción sin finalidades de lucro, sino de simple abastecimiento de la comunidad. Educación difundida a todos los estratos sociales. Desplazamiento del Estado centralizado por consejos administrativos funcionales que no ejerzan poder político, sino simples atribuciones administrativas. Igualdad completa de derechos entre todos los hombres y entre todos los varones y las mujeres.”
Montenegro, Walter. Introducción a las doctrinas político-económicas. FCE, 1977.