Los historiadores, aun si conocen estos avances en técnicas e instrumentos de medición, no los han incorporado a su profesión, lo cual puede comprobarse por el lugar que ocupa la enseñanza de tales procedimientos en los programas y los manuales de historia.
Sin embargo, las prácticas de los docentes e investigadores están pobladas por algo más que marginalias, cuadernos de notas y desalineadas Remington. El surgimiento de las llamadas microcomputadoras y, más tarde, de las PC, ha permitido a los cientistas sociales contar con herramientas con las que han reemplazado a las máquinas de escribir, y que les permiten la confección de monografías y tesis de modo menos trabajoso, entre otras cosas, como lo sabe cualquiera que haya decidido agregar una nota al pie en un texto mecanografiado. Algo más tarde, el correo electrónico ha impactado notablemente en la comunidad académica, que lo ha adoptado rápidamente gracias a los beneficios de la velocidad por sobre la distancia a la hora de informar o discutir aspectos de la investigación científica. De este modo la propia comunidad de historiadores ha modificado sus características, sus dimensiones y sus límites, gracias a la posibilidad de sostener intercambios rápidos y eficaces. Pero el uso de algunas herramientas informáticas está lejos de haberse convertido en una necesidad ineludible: muchos historiadores continúan trabajando con las máquinas de escribir o con la pluma, así como muchos otros utilizan en la actualidad procesadores antiquísimos o no disponen de correo electrónico.
Estos recursos no se comparan con el desarrollo que desde mediados de los años noventa han experimentado algunos browsers (exploradores como el Mosaic), que permitieron acelerar la expansión de la World Wide Web y con ello abrir el juego a las páginas web como modo de divulgar y producir información sensible para la profesión. Ese cambio ha modificado sustancialmente el carácter auxiliar de la tecnología, en la medida en que el hipertexto puede considerarse como parte de un registro narrativo distinto de otros, como pueden ser el textual o el audiovisual. A partir de estas modificaciones, las herramientas ligadas a las tecnologías computacionales han dejado el lugar de una técnica que bien podía estar a cargo de personal especializado y contratado, y han pasado a formar parte de los medios y los productos que compiten en el mercado de consumo de los bienes culturales. Con el aumento de su uso, las nuevas tecnologías ligadas a la computación en general, y a la internet en particular, han comenzado a ser material de consulta de estudiantes y docentes, aun cuando no existe una mediación institucional o corporativa sobre tales vínculos.
Los usos de internet son cada vez más aceptados y están cada vez más extendidos entre profesores y estudiantes. Pero, lamentablemente, la distribución del consumo de esos bienes en el mundo es sustantivamente desigual: mientras los docentes americanos discuten los efectos del uso masivo de PocketPcs con conexión inalámbrica en las aulas, los docentes de Informática latinoamericanos deben enseñar materias específicas sin equipamiento mínimo disponible, como si se tratara de aquellos cursos para ser detectives por correspondencia ofrecidos en revistas infantiles de antaño. Los problemas de la distribución de las tecnologías se multiplican cuando advertimos que el proceso de privatización de la información disponible es cada vez más intenso. Aquellos que soñaron y sueñan con una internet más democrática y masiva tienen en ese dato un obstáculo mayúsculo: el mapa de internet se parece mucho al de las empresas de "ladrillo y cemento", en las que la concentración y la acumulación del capital disponible se tornan factores decisivos.
Pese a eso, el impacto social de internet, festejado y a la vez algo esotérico, es mayúsculo. Los historiadores reconocen estos procesos pero reparan en ellos e intentan conocerlos de un modo muy desigual. Así, buena parte de los sitios que mencionaremos en este texto tienen su origen en los Estados Unidos, debido a que son las revistas y los centros universitarios de ese país quienes más atención han prestado al tema que nos ocupa. No se trata de una sorpresa: un mayor presupuesto y un alto nivel de consumo posibilitan acercamientos más sofisticados a las problemáticas que se desprenden de la relación entre historia e internet. Las concepciones que visualizan a las nuevas herramientas informáticas desde el punto de vista del consumidor, y en cambio no reparan en ellas como objetos de estudio ni menos aún como herramientas para la producción de conocimiento son restrictivas y retrasan el acceso crítico a la información. Sólo un conocimiento más integral del tema permitirá avanzar sobre los dos problemas mencionados más arriba (desigual distribución del consumo y concentración) para lograr un uso más extendido y eficaz de las nuevas tecnologías 1.
1Ilustra bien este punto el caso de Google: mientras son pocos los consumidores que trabajan con otros buscadores para realizar sus indagaciones, Google ha firmado un acuerdo con el gobierno chino por el que, a cambio de contratos millonarios, se compromete a filtrar algunas palabras de su buscador en el idioma nativo.