El Tigris y el Éufrates
“[…] El Tigris y el Éufrates no son como el Nilo. Sus crecientes son caprichosas e imprevisibles, pueden romper los diques construidos por el hombre y arrasar sus cosechas. Soplan vientos […] que arrastran un polvo asfixiante y sofocan al hombre con lluvias torrenciales, que convierten el suelo firme en un mar de lodo e impiden al hombre moverse en libertad, bajo pena de hundirse en el fango. Así, en Mesopotamia, la naturaleza no se impuso límites, en la plenitud de su poderío interfiere y contrarresta la voluntad del hombre, haciéndole sentir claramente su escasa importancia”.
Frankfort, Henri. El pensamiento prefilosófico. México, F.C.E., 1954.