La enfermedad de Chagas y su prevención

Autoras: Érica Carrizo y Alicia Massarini El Chagas es una enfermedad producida por un agente infeccioso: el protozoo Trypanosoma cruzi. Este protozoo ingresa en el organismo de humanos y otros mamíferos a través de un insecto que es su vector de trasmisión: la vinchuca. Desde el punto de vista parasitológico, un vector es un organismo que porta o lleva un microorganismo transmisor de alguna enfermedad hasta su huésped, como es en este caso la enfermedad de Chagas. Las especies de vinchuca capaces de transmitir el tripanosoma son cuatro, las cuales presentan diversas distribuciones geográficas. Los nombres científicos de estas especies son: Triatoma infestans, Rhodnius prolixus, Triatoma dimidiata y Panstrangylus megistu. La vinchuca prospera en zonas de escasos recursos económicos donde las viviendas son rudimentarias, con paredes y techos de adobe surcados por grietas donde este insecto puede esconderse durante el día ya que es activo durante la noche. En consecuencia, la enfermedad de Chagas se encuentra íntimamente ligada a la pobreza, teniendo mayor incidencia en ambientes rurales donde animales domésticos (perros, gatos) y salvajes (conejos salvajes, murciélagos, roedores, comadrejas, monos y armadillos) también pueden ser picados por vinchucas infectadas, albergar el parásito en su sangre y de este modo, actuar como reservorios multiplicando la magnitud del problema. La enfermedad de Chagas es endémica del continente americano, y abarca la zona comprendida entre México y el sur de Argentina. A pesar de su distribución restringida a nivel mundial, dadas las condiciones de pobreza reinantes en la zona endémica y la falta de adecuadas políticas sanitarias y sociales para combatirla, esta enfermedad afecta actualmente a 16 o 18 millones de personas, encontrándose 100 millones en riesgo de contraerla. La vinchuca es un insecto que se alimenta exclusivamente de sangre y alberga en su tubo digestivo al parásito T. cruzi. Cuando pica a un mamífero para alimentarse de su sangre, deposita al mismo tiempo sus heces sobre la piel de la víctima. El parásito T. cruzi, que abunda en las heces de la vinchuca, puede ingresar al torrente sanguíneo de la víctima por cualquier lastimadura microscópica, como por ejemplo por la lesión producida por propia picadura del insecto. Además de la vía descripta, el tripanosoma también puede transmitirse a otros hospedadores mediante transfusiones de sangre contaminada o de la madre al feto, durante la gestación por la vía placentaria. La enfermedad en humanos se desarrolla en dos fases, la fase aguda, que se manifiesta poco después de la infección y la fase crónica que puede aparecer luego de varios años. En la fase aguda, se pueden presentar diversos síntomas, entre los que el más frecuente es la fiebre, pero en la mayoría de los casos los síntomas son muy leves y pasan inadvertidos, aunque la enfermedad se instala en el organismo y produce lenta pero inexorablemente diversos daños que se manifestarán varios años después. Las lesiones que caracterizan la fase crónica afectan importantes órganos internos. Luego de un período prolongado sin síntomas, se ha estimado que el 27% de los afectados muere por afecciones cardíacas, el 6% sufre lesiones en el sistema digestivo y el 3% en el sistema nervioso periférico. Más allá de los avances logrados en el campo de la genética y mediante los ensayos clínicos realizados con diversos medicamentos, actualmente no existe un tratamiento efectivo para esta enfermedad ni una vacuna para el parásito. No obstante, resulta claro que la clave para el control de esta endemia es la prevención de la misma mediante el control del vector, que básicamente consiste en la erradicación de las viviendas rudimentarias. En algunos casos, las políticas sanitarias se centran en el establecimiento de “áreas de vigilancia”, que consiste en colocar biosensores en el interior de las casas que permiten detectar huevos, excrementos o las propias vinchucas que habitan en el interior, lo cual es seguido por fumigaciones. Otras medidas sanitarias incluyen la aplicación de insecticidas en el interior de las viviendas mediante rociados, pinturas o potes fumígenos. Al mismo tiempo, para evitar la propagación de la enfermedad por la vía de las transfusiones, se debe estudiar la sangre a ser potencialmente transfundida, buscando la presencia de anticuerpos contra el tripanosoma, lo cual revelaría la presencia de la infección. La erradicación de esta enfermedad es una gran deuda pendiente en un nuestro país y en la región que interpela directamente la responsabilidad sanitaria de los gobiernos de turno; así como la utilidad de la ciencia argentina para la resolución de problemas de relevancia social.