“El origen de la lluvia”

Había una vez una nena muy caprichosa que lloraba a cada rato. Nadie sabía cómo complacerla. Lluvia (así se llamaba la nena) no se conformaba con nada. Su madre, Naturaleza, llegó a encontrarle cierta utilidad. Entre otras cosas, juntaba sus lágrimas y con ellas regaba las plantas del fondo, bañaba a los hermanitos de Lluvia, preparaba la comida, etcétera, aunque a Naturaleza le molestaba tener que andar secando el patio, de tan inundado que lo dejaba Lluvia. Entonces, decidió ponerla en el jardín. Pero allí sus gritos y sollozos se escuchaban demasiado cerca, por culpa de la ventana que comunicaba la cocina con el patio. La cambió de lugar varias veces, ya que con sus lágrimas y gritos, no dejaba dormir a nadie. Aunque tenía algunas ventajas que Lluvia llorara, no por eso iba a quedarse toda la familia sin dormir. Naturaleza ya no sabía qué hacer con su hija. Entonces, le pidió consejo al buen Dios. –Ponela en el cielo –le recomendó este–. Así no molestará a nadie y podrá seguir llorando cuanto quiera. Naturaleza pensó que era una buena idea, y así fue como un día Lluvia subió (sin dejar de llorar) por una escalera que parecía infinita hacia el cielo. Allí se quedó, hasta el día de hoy. Y todavía la madre naturaleza sigue aprovechando las ventajas de tener una hija tan llorona, la lluvia.