Uno de los lingüistas más famosos, renovadores e influyentes del siglo XX es, indudablemente, Noam Chomsky (n. en 1928), conocido también por sus escritos sobre política, historia y economía. Estudiante brillante en la Universidad de Pensilvania, se doctoró en 1955 (el mismo año en que se incorporó al Massachussetts Institute of Technology, MIT), con la dirección del lingüista estructuralista Zellig Harris. Su tesis doctoral (La estructura lógica de la teoría lingüística [The Logical Structure of Linguistic Theory]) no se publicó hasta los años setenta, pero, dos años después, publicó un extracto que literalmente revolucionó la teoría lingüística: Estructuras sintácticas [Syntactic Structures] (1957).
Entre las ideas más influyentes de Estructuras sintácticas, cabe mencionar lo que se llamó luego problema lógico de la adquisición del lenguaje o problema de Platón. El planteo es que hay un conocimiento específico acerca de la propia lengua, que no es manejada por una «inteligencia general» y que no «se aprende», en la medida que la producción e interpretación de oraciones requieren un número de operaciones formales complejísimas que es implausible que los niños adquieran por «instrucción explícita» de sus mayores.
Nadie le enseña a un niño cómo mover el verbo a la posición adecuada en el caso de una pregunta, razona Chomsky: así, la pregunta ¿Dónde está Juan? parece derivarse de la oración afirmativa Juan está en X reemplazando el circunstancial por un pronombre interrogativo y moviendo el verbo a la segunda posición. Las oraciones agramaticales *¿Dónde Juan está? o *¿Dónde está Juan en casa? sugieren que un niño de un año y medio (que ya puede producir preguntas) tiene que tener un conocimiento intuitivo de nociones tales como circunstancial o verbo, sobre las que, evidentemente, nadie lo ha instruido. Crucialmente, los casos con sujetos o verbos complejos indican que, además, tiene que manejar las nociones de sintagma, de subordinación y de perífrasis para producir sin errores preguntas como ¿Dónde está el chico?, ¿Dónde está el chico que invitaste ayer?, ¿Dónde ha ido Juan?
A partir de ejemplos como estos, Chomsky infiere que debe existir un conocimiento formal, previo a la experiencia, que permita que el niño maneje todas esas nociones con suma rapidez y sin instrucción explícita. De este modo, se opone a las visiones de la mente como una tabula rasa, que son típicas de las visiones conductistas del lenguaje (véase Bloomfield, por ejemplo) y de las visiones extremas de que el lenguaje determina el pensamiento, que no tendría previamente ninguna categoría (véase Whorf, por ejemplo).
Otra propiedad del lenguaje que Chomsky señala se expresa en el llamado problema de Descartes, que destaca el hecho de que, a partir de un conjunto finito de unidades y de reglas, un hablante puede generar infinitas oraciones gramaticales y, por lo tanto, interpretables para los oyentes (independientemente de que las hayan escuchado antes o no). De esta idea se deriva uno de los nombres habituales de la perspectiva teórica desarrollada por Chomsky, gramática generativa o generativismo.
En cuanto al modelo en sí, Chomsky propone que existen transformaciones, esto es, operaciones de movimiento, borrado, agregado o permutación de material que permiten captar las conexiones entre oraciones emparentadas (como la que señalamos anteriormente para una pregunta y su correspondiente oración asertiva). De esta noción de transformación de una estructura en otra se deriva otro de los nombres que ha recibido la corriente teórica encabezada por Chomsky (lingüística transformacional).
Otros pares de oraciones relacionadas entre sí que, para Chomsky, pueden ser explicados por medio de transformaciones son las oraciones marcadas por la polaridad afirmativa/negativa (por ejemplo, la serie Juan fue al cine / Juan no fue al cine / Juan sí fue al cine) o el contraste entre la voz activa y la pasiva (Juan destruyó los diques / Los diques fueron destruidos por Juan). Por su parte, también la morfología verbal (por ejemplo, la concordancia entre verbo y sujeto) es introducida por medio de transformaciones. Nótese que, mientras algunas transformaciones son obligatorias (la concordancia de verbo y sujeto, por ejemplo), otras son optativas (la pasiva o la negación).
En Estructuras sintácticas, las transformaciones están ordenadas entre sí rígidamente, con el fin de explicar ciertos fenómenos empíricos de la morfosintaxis del inglés. Por dar un ejemplo del español, la transformación de pasiva (la regla número 12) debería preceder necesariamente al agregado de morfología que surge de la concordancia del verbo con el sujeto (regla número 15), como puede observarse en el par de oraciones precedentes (i.e., Juan destruyó los diques / Los diques fueron destruidos por Juan).
Otro término introducido en Estructuras sintácticas es el de gramaticalidad, que se refiere a las intuiciones de los hablantes frente a construcciones de su lengua materna. Chomsky diferencia los problemas de gramaticalidad de los problemas de significado que pueden surgir por factores extragramaticales, que no afectan la estructura (ni, por lo tanto, la interpretabilidad) de una oración. Para Chomsky, la noción de gramatical no equivale a ‘significativa’ o ‘con significado’: una oración como Las ideas verdes incoloras duermen furiosamente [en inglés, Colorless green ideas sleep furiously], aunque presente diversas clases de incongruencia semántica, está bien formada desde el punto de vista sintáctico y, por lo tanto, puede recibir alguna interpretación.
El segundo libro de Chomsky, que retoma y refina Estructuras sintácticas, es Aspectos de la teoría de la sintaxis [Aspects of the theory of syntax] (1965). Entre los conceptos allí desarrollados, aparecen varios que se consideran representativos de toda la gramática generativa.
Así sucede con la dicotomía actuación [performance] vs. competencia [competence], que para Chomsky permite distinguir la conducta lingüística real y observable (actuación) en contraste con el sistema interno de conocimiento que subyace a ella (competencia). Chomsky asume explícitamente que la competencia es una facultad idealizada, que resulta de abstraer los juicios de un hablante / oyente ideal de una comunidad lingüística completamente homogénea, al que no lo afectan condiciones irrelevantes para la gramática como limitaciones de memoria, distracciones, errores, etc. (Chomsky, 1965, p. 3).
En ese sentido, Chomsky separa la competencia, que es una capacidad idealizada (mental o psicológica), de la producción real de enunciados, que es la actuación. La dicotomía recuerda a la distinción entre lengua y habla de Saussure, como el mismo Chomsky nota (1965, p. 4). Ambos pares de conceptos pretenden extraer de la masa de hechos del lenguaje una entidad sistemática, que pueda servir como objeto de estudio legítimo de la lingüística (la lengua, para Saussure; la competencia para Chomsky), a la que diferencian de otros fenómenos ligados con el lenguaje que son heterogéneos y difíciles de sistematizar (el habla y la actuación, respectivamente). Sin embargo, mientras que para Chomsky la competencia es el conjunto de reglas subyacentes a las infinitas oraciones de una lengua, para Saussure la lengua coincide prácticamente con el léxico, en tanto inventario «sistemático» de ítems.
Por otra parte, recuérdese que Chomsky rechaza las ideas de que la comunicación sea una función inherente del lenguaje y de que la lengua deba ser estudiada en el contexto de las interacciones humanas, dos premisas asumidas por la lingüística estructural.
A partir de la dicotomía competencia/actuación, Chomsky plantea en Aspectos... la oposición entre la gramaticalidad y la aceptabilidad de las oraciones. Mientras que la gramaticalidad de una oración se refiere a propiedades que atañen a la competencia, esto es, si la oración está o no formada de acuerdo con las reglas que forman parte del conocimiento internalizado de los hablantes, la aceptabilidad, en cambio, tiene que ver con factores ligados a la actuación, que incluyen desde la normalidad semántica y pragmática hasta la complejidad oracional.
También sobre la base de la oposición entre competencia y actuación, Chomsky plantea en Aspectos... la diferencia entre una gramática explicativamente adecuada (que da cuenta de la competencia, esto es, del conocimiento interno del hablante acerca de su lengua) en oposición a una gramática descriptivamente adecuada (que se limita a observar los hechos o la conducta sin dar cuenta del sistema de reglas subyacente).
La otra modificación importante que agrega Aspectos de la teoría de la sintaxis al modelo de Estructuras sintácticas es el papel que juega el léxico. En Aspectos... el léxico está distinguido claramente del componente transformacional (cosa que no sucedía en Estructuras sintácticas, lo cual permitía la generación indeseable de oraciones agramaticales).
Así, el léxico reúne toda la información idiosincrásica (fonológica, sintáctica y semántica) que los hablantes conocen sobre los ítems léxicos. Especialmente relevante es la incorporación de la noción de subcategorización, que especifica qué tipo de selección tienen los verbos: por ejemplo, destruir se inserta en un contexto [__ SN]; creer, en [__O]. La existencia de la subcategorización en las entradas léxicas explica la agramaticalidad de oraciones como Juan ríe María, que Estructuras sintácticas permitía. A partir de esa propuesta de Chomsky, se empezó a discutir desde mediados de los años sesenta cuál era la naturaleza de la subcategorización, esto es, si debía plantearse en términos sintácticos (como los anteriores, en los que se especifican las características sintácticas del complemento) o en términos semánticos (por ejemplo, por medio de roles temáticos: destruir selecciona un agente que lleva a cabo la acción y un tema, que es la entidad pasivamente involucrada) o si la selección es doble (sintáctica y semántica).
Con la determinación del lugar del léxico en el modelo, en Aspectos... se termina de diseñar la oposición entre estructura profunda y estructura superficial de una oración, que ya estaba implícita en la noción de transformación de Estructuras sintácticas. La estructura profunda se deriva más o menos directamente de las propiedades de los ítems léxicos, mientras que la estructura superficial se crea una vez que se aplican las operaciones sintácticas correspondientes al componente transformacional.
Para la gramática generativa, los años que siguieron a Aspectos de la teoría de la sintaxis estuvieron marcados por la discusión acerca de qué oraciones podían correlacionarse formalmente entre sí por medio de una transformación (i.e., qué oraciones pueden derivarse una de la otra) y qué fenómenos debían ser considerados independientes desde el punto de vista sintáctico, aunque hubiera entre ellas una sensación de «parentesco» semántico o formal.
Un texto fundamental en ese camino es «Observaciones sobre la nominalización» [Remarks on nominalization] (1970), a partir del cual la gramática generativa retomó la oposición de Bloomfield entre la morfología y la sintaxis como componentes diferentes de la gramática que dan cuenta de la formación de distinto tipo de unidades complejas. Chomsky distingue, dentro de las diversas clases de palabras con categoría nominal que aparecen ligadas a un verbo (gerundios y «verdaderas» nominalizaciones), aquellas relaciones que son sistemáticas, regulares y predecibles (y deben, pues, ser captadas por transformaciones sintácticas) de aquellas relaciones impredecibles que deben expresarse por medio de reglas léxicas o morfológicas. Paralelamente, «Observaciones sobre la nominalización» puede leerse también como un largo argumento en contra de los autores enrolados en la semántica generativa (como George Lakoff, Paul Postal, John Ross), que constituyeron el primer desprendimiento de la gramática generativa en los últimos años de la década del sesenta y los primeros del setenta. Los semánticos generativos trataban de explicar por medio de transformaciones ciertas relaciones semánticas que no están expresadas formalmente en la gramática (por ejemplo, las que vinculan en español los verbos morir y matar –entendido como ‘causar que otro muera’); por el contrario, Chomsky intentó demostrar que esas relaciones no pueden ser resultado de operaciones sintácticas, sino que deben ser expresadas por medio de reglas de otra naturaleza (léxicas o semánticas).
En síntesis, en los primeros textos de Chomsky aparecen ya los puntos centrales de la gramática generativa, que se mantienen hoy en día. Entre ellos, cabe mencionar la postulación de la existencia de un conocimiento innato / universal del lenguaje, que ha llevado a rediseñar la teoría de la adquisición (y ha influido directamente en el enorme desarrollo de la psicolingüística y de la neurolingüística de los últimos años); la preeminencia otorgada al componente sintáctico como locus de las propiedades universales del lenguaje; el interés en el aspecto creativo o generativo del lenguaje humano, asociado con la recursividad como propiedad fundamental, y, por último, los supuestos de que existen unidades intermedias entre las palabras y las oraciones (frases o sintagmas) y de que la estructura fonológica de una oración no coincide necesariamente con su estructura semántica (i.e., hay operaciones de desplazamiento y elipsis que llevan a una falta de correspondencia entre sonido y significado). Como premisa epistemológica, Chomsky ha planteado la idea de que la lingüística no debe ser una ciencia simplemente clasificatoria o descriptiva, sino explicativa y, por lo tanto, debe buscar las leyes o reglas que rigen subyacentemente la conducta lingüística.
Estructuras sintácticas y Aspectos..., que dieron lugar a la llamada teoría estándar extendida que se desarrolla a lo largo de la década del setenta, pretendían servir como primer paso en la explicación de la capacidad humana del lenguaje; sin embargo, el modelo sintáctico planteado carecía de universalidad. Así, por ejemplo, ciertas transformaciones, como la regla de inserción del verbo auxiliar do [hacer], hacían referencia a fenómenos particulares del inglés, sin ningún alcance universal. Recién en los ochenta, con la teoría de principios y parámetros, reformulada luego como el programa minimalista, se planteará un modelo capaz de reflejar de un modo adecuado y sistemático no solo las características universales del lenguaje, sino también las propiedades particulares de las lenguas.