Proclama del General José Félix Uriburu
¡Al
pueblo de la Capital! Respondiendo al clamor del pueblo y con el
patriótico apoyo del ejército y de la Armada, hemos asumido el Gobierno
de la Nación.
Exponentes de orden y educados en el
respeto de las leyes y de las Instituciones, hemos asistido atónitos al
proceso de desquiciamiento que ha sufrido el país en los últimos años.
Hemos
aguardado serenamente con la esperanza de una reacción salvadora, pero
ante la angustiosa realidad que presenta al país al borde del caos y de
la ruina, asumimos ante él la responsabilidad de evitar su derrumbe
definitivo.
La inercia y la corrupción
administrativa, la ausencia de justicia, la anarquía universitaria, la
improvisación y el despilfarro en materia económica y financiera, el
favoritismo deprimente como sistema burocrático, la politiquería como
tarea primordial de gobierno, la acción destructora y denigrante en el
Ejército y en la Armada, el descrédito internacional logrado por la
jactancia en el desprecio por las leyes y por las actitudes y las
expresiones reveladoras de una incultura agresiva, la exaltación de los
subalternos, el abuso, el atropello, el fraude, el latrocinio y el
crimen, son apenas un pálido reflejo de lo que ha tenido que soportar
el país.
Al apelar a la fuerza para libertar a la
nación de este régimen ominoso, lo hacemos inspirados en un alto y
generoso ideal. Los hechos, por otra parte, demostrarán que no nos guía
otro propósito que el bien de la Nación.
La
participación en el gobierno de eminentes ciudadanos cuya colaboración
hemos requerido atendiendo exclusivamente a sus méritos y virtudes
evidencia en primer término que las fuerzas armadas, con el apoyo
moral de la masa de la opinión, después de haber liberado a la Nación
de la ignominia, ocupan de nuevo su lugar sin ambiciones de predominio.
Debe
entenderse, sin embargo, bien claramente que, para asegurar el orden y
la normalidad, el gobierno provisorio procederá con prudencia pero con
una inquebrantable energía, porque el país ha sufrido demasiado para
que el sacrificio sea estéril.
Ajeno en absoluto a
todo sentimiento de encono o de venganza, tratará el gobierno
provisorio de respetar todas las libertades, pero reprimirá sin
contemplación cualquier intento que tenga por fin estimular, insinuar o
incitar a la regresión.
La medida de la libertad
queda, pues, librada al espíritu patriótico de los ciudadanos y al buen
sentido de los habitantes del país.
No nos anima ni
nos mueve ningún interés político, no hemos contraído compromisos con
partidos o tendencias. Estamos por lo tanto colocados en un plano
superior y por encima de toda finalidad subalterna y dispuestos a
trabajar con todos los hombres de buena voluntad que aspiren al
engrandecimiento de la patria. Tenemos fundadas razones para admitir
que el desengaño de los que se han dejado tentar con promesas de
dádivas personales (que ha sido la forma de corromper las conciencias
para obtener sanciones plebiscitarias) es definitivo.
El
gobierno provisorio, inspirado en el bien público y evidenciando los
patrióticos sentimientos que lo animan, proclama su respeto a la
Constitución y a las leyes fundamentales vigentes y su anhelo de volver
cuanto antes a la normalidad, ofreciendo a la opinión pública las
garantías absolutas, a fin de que a la brevedad posible pueda la
Nación, en comicios libres, elegir sus nuevos y legítimos
representantes. Además los miembros del gobierno provisorio contraen
ante el país el compromiso de honor de no presentar ni aceptar el
auspicio de su candidatura a la presidencia de la República.
Será
también aspiración del gobierno provisorio devolver la tranquilidad a
la sociedad argentina, hondamente perturbada por la política de odios,
favoritismos y exclusiones, fomentada tenazmente por el régimen
depuesto, de modo que en las próximas contiendas electorales predomine
el elevado espíritu de concordia y de respeto por las ideas del
adversario que son tradicionales a la cultura y a la hidalguía
argentinas.
El gobierno provisorio interpreta el
sentimiento unánime de la masa de opinión que le acompaña al agradecer
en esta emergencia a la prensa seria del país el servicio que ha
prestado a la causa de la República, al mantener latente por una
propaganda patriótica y bien inspirada, el espíritu cívico de la Nación
y provocar la reacción popular contra los desmanes de sus gobernantes.
Confía que con el mismo acierto, sabrá interpretar en el futuro el
papel esencial que le deparen los acontecimientos, a fin de encauzar
hacia los mismos elevados objetivos los esfuerzos cívicos de la opinión
nacional.
La indispensable disolución del
actual Parlamento obedece a razones demasiado notorias para que
sea necesario explicarlas. La acción de una mayoría sumisa y servil ha
esterilizado la labor del Congreso y ha rebajado la dignidad de esa
elevada representación pública. Las voces de la oposición que se han
alzado en defensa de los principios de orden y de altivez en una y otra
Cámara han sido impotentes para levantar a la mayoría de su postración
moral y para devolver al cuerpo de que formaban parte el decoro y el
respeto definitivamente perdidos ante la opinión.
Invocamos,
pues, en esta hora solemne, el nombre de la Patria y la memoria
de los próceres que impusieron a las futuras generaciones el sagrado
deber de engrandecerla; y en alto la bandera, hacemos un llamado a
todos los corazones argentinos, para que nos ayuden a cumplir este
mandato con honor.
Buenos Aires, 6 de Septiembre de 1930
Teniente General José F. Uriburu, Comandante en Jefe del Ejército y Presidente del Gobierno provisorio.