El poblamiento de América: un debate sin fin

Las discusiones sobre la época en que los primeros humanos llegaron a América es un tema central, en el medio científico, desde hace mucho tiempo. Pero ese problema, que provoca debates tan apasionados suscita otra duda, igualmente relevante, relativa al trayecto que habrían seguido para alcanzar el continente. Los trabajos presentados, por investigadores norteamericanos y canadienses, en el simposio sobre el origen de la población de las Américas, realizado el año pasado en la Universidad del Estado de Oregon, sugieren que, pese a estar periódicamente disponible, el corredor formado entre los glaciares de las Montañas Rocallosas de los Estados Unidos y la región del Labrador, al norte de Canadá, no ofrecía condiciones adecuadas para la supervivencia humana. Esto viene a reforzar una hipótesis lanzada hace un tiempo, raramente admitida por los especialistas, que sostiene que el hombre pudo haber penetrado en América por el litoral pacífico, rodeando los glaciares de las Rocallosas, luego de atravesar el estrecho de Bering. Mientras se aguardan, entretanto, pruebas seguras se prevé una fuerte discusión académica en torno a esta tesis. En lo que se refiere a cuándo entraron los primeros grupos humanos al continente, los supuestos vestigios anteriores a 12,5 mil años aún son controvertidos, aunque se sabe que el hombre llegó a América del Norte con anterioridad a esa fecha.
Métodos de investigación
Los métodos de investigación pueden ser biológicos, lingüísticos y arqueológicos. Los primeros consisten en estudiar las características morfológicas y genéticas (análisis de ADN) de los indios actuales o de los esqueletos y restos momificados de las poblaciones antiguas. De tal modo, se pueden comparar las poblaciones amerindias antiguas con las actuales con el propósito de verificar si son oriundas de uno o de varios troncos genéticos y, también, analizar su eventual parentesco con poblaciones actuales y prehistóricas de otras partes del mundo. Los lingüistas estudian las semejanzas y diferencias entre las lenguas amerindias con el objeto de determinar el grado de parentesco entre ellas. También intentaron encontrar un “reloj lingüístico” capaz de determinar el tiempo necesario para producir la diversidad de las lenguas actuales y, a partir de ahí, estimar la época en que los primeros hombres llegaron al continente. Los arqueólogos buscan vestigios materiales (restos de viviendas y alimentos, instrumentos, esqueletos, etc.) de la presencia humana preservados en la tierra. En ciertas circunstancias disponen de un “reloj atómico” (tal el caso del carbono 14) bastante confiable para datar esos vestigios o los estratos sedimentarios donde se los descubre.
Los indicios
Evidencias incuestionables de la presencia humana entre 11,5 y 12 mil años atrás, fueron hallados en abrigos rocosos o, más raramente, a cielo abierto en California y México (América del Norte) y en Chile central, Perú y en las regiones central y nordeste del Brasil (América del Sur). Los sitios que dan lugar a esta afirmación tan categórica han aportado instrumentos de piedra lascada hechos con materia prima de buena calidad traída de afuera de la región. Muchos de esos artefactos que fueron tallados por medio de golpes precisos, son muy complejos como para haber sido ocasionados por los fenómenos naturales. Se han fechado maderas carbonizadas de antiguos fogones y, por estar en asociación con artefactos, es posible inferir que son el resultado de la acción humana. Muchas veces es posible hallar en estos sitios arqueológicos restos de los alimentos que consumían los pobladores más antiguos. El estudio de las condiciones en que se depositaron los sedimentos (la tierra donde se encontraron los restos arqueológicos) permite verificar si hubo perturbaciones posteriores que pudieron haber mezclado artefactos de distintas épocas. A partir de 11 mil años atrás, aparecen también esqueletos, que son particularmente numerosos en localidades cercanas a Lagoa Santa (estado de Mato Grosso, Brasil): Lapa Vermelha, Cerca Grande y Santana do Riacho. Existen varios sitios, incluso en el Brasil, con indicios de una ocupación posiblemente más antigua. Lamentablemente, todos presentan algún inconveniente que impide llegar a una conclusión definitiva. Varios parecen contener artefactos de piedra, hechos a partir de rocas de la misma localidad o traídas por fenómenos naturales. Son tan toscos que el lascado rudimentario pudo haber sido el resultado de un choque accidental: pedazos de bloques de techo que al caer unos sobre otros se lascan espontáneamente. Los restos de carbón y las piedras quemadas pueden haber sido producidos por la acción de rayos. Si bien en otros casos los instrumentos y los fogones parecían incuestionables, hay indicios de que las capas sedimentarias fueron perturbadas y de que los vestigios arqueológicos pudieron haberse infiltrado desde una capa más reciente. No hay por qué rechazar a priori la posibilidad de una presencia humana de gran antigüedad en América, pero las evidencias deben ser meticulosamente analizadas. Muchas veces los arqueólogos interpretan los datos disponibles de maneras muy distintas, lo cual desorienta al público que termina por no saber a quién creer. En los últimos años, la prensa difundió la existencia de sitios arqueológicos que probarían la presencia del hombre en el Brasil hace decenas y hasta centenas de miles de años. Es preciso que se sepa que los especialistas están lejos de alcanzar unanimidad en torno de este asunto. De cualquier modo, si había gente en el sur de los EE. UU. hace 11,5 mil años y en Chile hace 12,5 mil años, se deduce que sus antepasados tuvieron que haber penetrado por el norte del continente –después de recorrer miles de kilómetros– mucho tiempo antes.
Los actores
¿Quiénes eran los primeros inmigrantes? Nada podemos decir con respecto a los posibles indígenas de más de 12 mil años de antigüedad. Sin embargo, a partir de ese momento se constata la presencia de poblaciones diferentes tanto de los actuales asiáticos como de los indios modernos. Sólo a partir de aproximadamente 8 mil años antes del presente, hay evidencias de hombres con rasgos asiáticos, llamados “mongolizados”, y bastante parecidos a los indígenas actuales. Estudios recientes sugieren que los primeros americanos (identificados con la cultura Clovis en los EE. UU. y otras culturas de la misma época en América del Sur) descendían de una población no mongolizada del Asia central. Parte de esa población habría migrado al sur, llegando a Australia, en tanto que otra habría viajado al norte, penetrando en América. Así, se puede explicar la semejanza entre el llamado hombre de Lagoa Santa y las poblaciones aborígenes de Australia, aunque tengamos la certeza de que no hubo navegación entre ambos continentes. En la región de origen, esos primitivos “homo sapiens” habrían sido sustituidos por poblaciones mongolizadas que, a su vez, produjeron nuevas oleadas migratorias en dirección a América. Esa hipótesis, que aún está en discusión, sugiere que en América penetraron cuatro oleadas migratorias principales desde Asia –los esquimales representan la última– y que por lo menos dos de ellas habrían alcanzado América del Sur.
¿Podemos llegar a una conclusión definitiva?
Mientras que la arqueología tiene pruebas fehacientes de la presencia humana en América unos 12 a 11 mil años antes del presente, los lingüistas y estudiosos del ADN, por su parte, creen que la diversificación biológica y lingüística que se verifica en el continente permite suponer una antigüedad mayor, del orden de los 20 a 30 mil años. Los arqueólogos no deben descartar esa posibilidad, pero el hecho de que los primeros habitantes hayan sido probablemente poco numerosos hace que las posibilidades de hallar las evidencias de su presencia sean remotas. Si alguno de los yacimientos arqueológicos controvertidos que hemos mencionado, fueran en realidad una evidencia de la presencia antigua del hombre americano, esto significaría que este trabajaba la piedra de un modo rudimentario, más que nada si tenemos en cuenta la habilidad de las poblaciones contemporáneas de otras partes del mundo. Esa hipótesis es factible, ya que en el trópico la madera pudo haber sido mucho más utilizada que la piedra. Los científicos deben, por lo tanto, continuar buscando indicios de los primeros americanos y debatir su validez caso por caso. En la investigación arqueológica, que es una disciplina que no pertenece al campo de las ciencias experimentales, es esencial el papel de la discusión. Los “abogados del diablo” son necesarios para obligar a los que sostienen la existencia de sitios supuestamente pleistocénicos en América a verificar su información, refinar los argumentos y examinar sus aseveraciones. Pero no siempre es fácil discutir este tema –actualmente uno de los más polémicos de la arqueología americana– dentro de los límites aconsejables del respeto mutuo. *Se entiende por cultura Clovis (también cultura llano) a aquella que fue considerada a mediados del siglo XX como la más antigua cultura indígena enAmérica, con una antigüedad de 13.500 años, en los últimos años de la última glaciación (era de hielo). Los descubrimientos sobre esta cultura sostuvieron durante la mayor parte de la segunda mitad del siglo XX, lo que se conoce como el Consenso Clovis, fundamento de lateoría del poblamiento tardío del continente americano. A partir de las dos últimas décadas del siglo XX, nuevas investigaciones científicas han cuestionado las conclusiones del Consenso Clovis sosteniendo la existencia de culturas amerindias mucho más antiguas

Prous, André. “El poblamiento de América: un debate sin fin”. Artículo traducido y adaptado
del originalmente publicado en Ciência Hoje,vol. 25, n.º 149 (1999). Tomado de: Ciencia hoy.