La escuela de la glosemática: Louis Hjelmslev

Con el nombre de glosemática se conoce la teoría desarrollada por el lingüista danés Louis Hjelmslev (1899-1965) —con la colaboración de Hans J. Uldall— en el marco del Círculo lingüístico de Copenhague, foro de investigación inspirado en el Círculo lingüístico de Praga. Esta escuela lingüística se reconoce explícitamente como deudora de los aportes de Saussure y, especialmente, de la idea de que la lengua es un sistema de valores, entendidos como entidades opositivas, relativas y negativas.

De las distintas definiciones de lengua brindadas en el Curso de Lingüística General, interesa especialmente a Hjelmslev aquella que sostiene que la lengua es forma y no sustancia. La glosemática basa su teoría en la profundización de esta idea: la lengua es una entidad autónoma de dependencias internas, esto es, en ella importan solo las relaciones formales entre los elementos de los distintos niveles lingüísticos, entendidas como constantes (la forma).

Así, por ejemplo, el fonema /d/ se define dentro del sistema fonológico del español como una consonante (en oposición a las vocales), que puede asumir la posición inicial o final de sílaba, por su posibilidad de ser seguida por otra consonante conformando grupo (dragón) y por entrar en conmutación con determinados elementos que entran dentro de esa categoría (clave). Estas definiciones alcanzan para capturar el papel esencial de la d española en el mecanismo interno de la lengua, es decir, dentro de la lengua considerada como esquema (el dominio de las formas puras).

Por otra parte, la lengua como realización social dada, pero, independientemente de su manifestación, constituye la norma, la forma material.

Así la /d/ se define desde esta perspectiva como una dentoalveolar sonora (opuesta por ejemplo a la /t/, dentoalveolar sorda): lo que la distingue es una propiedad positiva, los mínimos diferenciales que le otorgan cualidades positivas frente a los otros elementos del sistema.

Desde la perspectiva de la lengua considerada como uso (conjunto de hábitos), la /d/ se define como dentoalveolar, sonora, oclusiva o dentoalveolar, sonora, fricativa: esta definición abarca todas las cualidades registradas en la pronunciación habitual de la /d/ española. Hjelmslev concluye que de las tres acepciones de la lengua mencionadas es la que concibe a la lengua como esquema la más próxima al sentido que se asigna a esta palabra: así se evita todo el carácter material y se separa lo verdaderamente esencial de lo accesorio. Por último, el habla saussureana se denomina acto y no es más que un documento pasajero y accidental.

De manera muy sucinta, puede decirse que la glosemática considera que la lengua es una semiótica compuesta de dos planos: expresión y contenido (que corresponden a los planos del signo saussureano: significante y significado). El signo, desde el punto de vista interno, es en realidad una función, una entidad generada por la conexión entre dos funtivos: una expresión y su contenido o un contenido y su expresión. No hay una función signo sin que estén presentes simultáneamente expresión y contenido: por ello, la función signo es en sí misma una entidad solidaria. En cada uno de los planos del signo es preciso distinguir entre la forma y la sustancia. Si se comparan expresiones en distintas lenguas como yo no lo /I do not know (inglés)/ ich weiss es nicht (alemán)/je ne le sais pas (francés), encontramos un factor común —la llamada materia, el contenido— que así considerada no es analizable, es una masa amorfa. Esa materia está ordenada, formada en cada lengua de manera diferente (para visualizar este aspecto hemos subrayado en los ejemplos los elementos que realizan la negación en las distintas lenguas, véase también el orden de las palabras y la posición de los verbos que están en negrita). Es decir, que cada lengua coloca sus propios límites en la masa amorfa de pensamiento, distribuye los elementos de distinto modo y con distinto énfasis. Retomando la metáfora de Hjelmslev: es como un único y el mismo puñado de arena que puede ponerse en distintos moldes, estos moldes son las formas que son propias de cada lengua, la materia permanece como sustancia formada para una y otra forma lingüística. Cada plano del signo, contenido y expresión, está conformado por una forma y una sustancia, es decir, por propiedades formales puras y por sustancia conformada.

Un ejemplo en el nivel de la morfología: la zona del número (materia) se organiza de distinto modo en las diferentes lenguas. En español, el número se ordena (se forma) en dos categorías singular y plural; el plural se realiza mediante los formantes –(e)s y Ø (casa/casas;papel/papeles; (el) martes/los martes); en cambio, algunas lenguas como el griego antiguo, el sánscrito y el lituano distinguen singular, plural y dual. Esta distinción se verifica también en el plano de la expresión: la materia consiste en la totalidad de los sonidos pronunciables, por ejemplo, el continuum vocálico constituye una zona fonética de materia, que se forma de distinta manera en las distintas lenguas, en dependencia de las funciones específicas de cada una: así mientras que el sistema vocálico del español se compone de cinco vocales, el alemán presenta ocho.

El análisis interno de los planos del signo lingüístico lleva al reconocimiento de elementos menores en cada uno de ellos: así, una palabra como irremediable puede dividirse en distintos elementos menores portadores de significado (i-remedi-(a)ble), que se emplean en otros signos (irreductible) y, a su vez, pueden distinguirse dentro de –ble otros elementos, sin significado —los fonemas—, que sirven para construir otros formantes. En cada plano del signo pueden identificarse no signos, llamados en la teoría figuras del contenido y de la expresión, cuyo número es limitado y que sirven para construir nuevos signos. Las lenguas, por su finalidad, son primera y principalmente sistemas de signos, pero por su estructura interna son algo diferente: son sistemas de figuras que pueden usarse para construir signos.

La propuesta de Hjelmslev revela la fuerte influencia de los lógicos del Círculo de Viena, que aplicaron los métodos y el simbolismo de las matemáticas a los estudios sobre el lenguaje. La teoría lingüística debe poder dar cuenta del sistema de todas las lenguas: se trata de un sistema formal de premisas que busca descubrir y formalizar la estructura de una lengua, independientemente de cualquier realidad extralingüística y de todas sus posibles manifestaciones. La teoría exige el cumplimiento de un principio metodológico que se denomina «empírico» y que sostiene que la descripción debe cumplir con las condiciones de ser autoconsistente (no contradictoria), exhaustiva y lo más simple posible. En consonancia con este principio, la teoría elige preferentemente el procedimiento deductivo, que parte de las clases para llegar a los componentes, pero admite la posibilidad de incluir también el método inductivo.

Lecturas básicas

Estructuralismo de habla francesa

La lingüística estructuralista de habla francesa ha dado lugar a la llamada (en términos de Charles Bally) teoría general de la enunciación. Bally (1865–1947) formó parte de la escuela ginebrina inaugurada por Saussure y fue, de hecho, uno de los editores del Curso, junto con Alfred Sechehaye.

Si partimos de la oposición entre lengua y habla trazada por Saussure, la idea de enunciación es un intento por esbozar una lingüística del habla: se trata de ver cómo los sujetos utilizan (en términos de Émile Benveniste, se apropian de) el sistema potencial de la lengua para dar lugar a emisiones reales. De este modo, el concepto gramatical de oración (que es una unidad abstracta) se ve reemplazado por enunciado, que comprende la situación en la que se realiza la emisión.

En ese marco, Bally retoma la oposición entre modus/dictum, que puede rastrearse en los estoicos griegos.

Así, en el enunciado Probablemente Juan esté cansado, la predicación (el dictum) pone en relación Juan y cansado (por intermedio del verbo copulativo estar) y la modalidad (el modus) probablemente afecta esa predicación al señalar la intervención de la subjetividad del hablante.

Desde un punto de vista gramatical, el modus puede expresarse por medio de muy distintos recursos lingüísticos y no lingüísticos. Entre los recursos lingüísticos se cuentan los adverbios en –mente, el modo, el tiempo, el aspecto, la persona y la distribución de la información en el enunciado, incluyendo nociones como tema/rema (o tema/ propósito, en los términos de Bally), el foco y el tópico, etcétera. Entre los recursos no lingüísticos, la modalidad puede expresarse por medio de la entonación, las interjecciones o la gestualidad (que son recursos intermedios entre la lengua y la acción, en la medida en que también en ellos interviene lo arbitrario).

Quien desarrollaría aún más las ideas de Bally fue Émile Benveniste (1902-1976), profesor del prestigioso Collège de France. La noción de enunciación aparece reiteradamente en las conferencias, clases y artículos de Benveniste producidos entre 1950 y 1974 y reunidos en dos recopilaciones, publicadas bajo el título de Problemas de lingüística general [Problèmes de linguistique générale] I y II. En particular, en «El aparato formal de la enunciación», Benveniste propone una sistematización de los recursos formales por medio de los cuales se expresa la apropiación del sistema potencial de la lengua por parte de un sujeto individual con el fin de dar lugar a una instancia de discurso. En ese sentido, las paráfrasis de lengua en uso o empleo de la lengua, que utiliza Benveniste, dan cuenta de que la enunciación se concibe básicamente como un acto, no como un objeto lingüístico equivalente a una oración, un texto, etcétera. De este modo, la enunciación supone un locutor y también un destinatario (o alocutario, en la terminología original), ya que todo discurso involucra a alguien que se dirige a otra persona. Además, la enunciación también requiere una referencia, esto es, la expresión de cierta relación entre el discurso y el mundo.

Prueba de estas generalizaciones son los sistemas deícticos, que (destaca Benveniste) existen en todas las lenguas y que remiten al yo, el aquí y el ahora, los parámetros básicos de la situación enunciativa.

Para expresar la relación entre los participantes en la comunicación, las lenguas utilizan diversos recursos: el sistema pronominal (la primera y la segunda persona, que indican los participantes en el acto enunciativo: yo y vos, versus la «no-persona»: él) y los morfemas verbales de persona y de número (especialmente relevantes en el caso de las lenguas con sujeto tácito, como el español). La situación espacial del acto de enunciación se expresa mediante pronombres, adjetivos o adverbios demostrativos (esto, ese, aquí, etc.), que indican mayor o menor cercanía espacial con el locutor.

Por último, la relación con el momento particular de la enunciación aparece expresada por medio de diversos adverbios o construcciones nominales equivalentes (ahora, antes, mañana, esta semana) y por los morfemas verbales de tiempo y aspecto, oponiendo el presente enunciativo al resto de las opciones temporales. A partir de esta última oposición, Benveniste construye la dicotomía entre discurso (donde los hechos se muestran íntimamente ligados al locutor, al presentarse en un presente coincidente con el acto de enunciación) e historia (donde los hechos se presentan como si fueran ajenos al momento de la enunciación, con el uso preponderante de los tiempos del pasado).

Lecturas básicas

El estructuralismo en Inglaterra: John Rupert Firth y Michael Halliday

El estructuralismo tuvo su fuerte impronta en Inglaterra a través de la obra de John R. Firth (1890-1960) y luego de su discípulo Michael Halliday (n. en 1925), quien es el padre de una de las teorías funcionalistas contemporáneas más influyentes (la llamada La lingüística funcional sistémica). Firth fue un estudioso de lenguas exóticas de Oriente, así como M. Halliday fue, antes que lingüista, especialista en lengua y literatura china.

J. R. Firth, si bien parte de algunos postulados saussureanos, se aparta de muchos de ellos y adopta una actitud singular frente a las demás escuelas estructuralistas: se enfrenta particularmente con el estructuralismo norteamericano, el enfoque dominante en lengua inglesa en su época de formación. La escuela de Praga influyó también fuertemente en sus ideas y en las de sus discípulos y seguidores.

Para Firth, la lingüística debe estudiar el significado en la lengua, entendiendo significado como un complejo de relaciones contextuales; la fonética, la gramática, la lexicografía y la semántica tratan cada una sus propios componentes del complejo en su contexto apropiado. El significado compete, pues, a todos los niveles lingüísticos dado que el hablante realiza elecciones entre las posibilidades que le ofrece cada nivel atendiendo al contexto. El significado, entonces, está asociado indisolublemente al uso.

Firth fue discípulo del antropólogo B. Malinowski, de quien recibió una fuerte influencia, especialmente en lo que se refiere a la relevancia del contexto en todo evento comunicativo y lingüístico (de allí que suela identificarse a esta línea como parte del contextualismo británico). Para Firth la lengua es una totalidad; la división de la lengua en fonética, gramática, léxico, etc. no es más que una necesidad metodológica: para describir y explicar cualquier elemento o aspecto de un nivel dado es imprescindible tener en cuenta todos los demás niveles. Por otra parte, nunca debe perderse de vista que la lengua siempre tiene una función social en el contexto de una cultura dada. Las lenguas pueden estudiarse solo a partir de textos concretos, muestras de lo que llama lenguas restringidas, es decir, la lengua de la ciencia, de la política, del comercio, etcétera.

Con esta idea dio un lugar de importancia al estudio de lenguas para fines específicos, que tiene hoy un desarrollo pujante. La teoría asigna un papel central a la noción de sistema (de allí derivará el nombre teoría sistémica) y también a la de estructura, que define en vinculación con las relaciones sintagmáticas y paradigmáticas de Saussure: todo análisis debe distinguir entre estructura como entidad sintagmática y sistema, entidad paradigmática, y cualquier análisis lingüístico debe realizarse analizando tanto las relaciones sintagmáticas como las paradigmáticas.

El estudio de la lengua debe apelar a la distinción de niveles de análisis, pero concibiéndolos de manera flexible: Firth reconoce como niveles básicos de la lengua los niveles fonético, léxico, gramatical y situacional (context of situation); sin embargo, admite que podría proponerse el nivel grafemático (el estudio estructural del sistema ortográfico) o el nivel estilístico (el nivel encargado de explicar aquellos rasgos específicos que son significativos para la delimitación funcional de un estilo de lengua).

Su discípulo Michael Halliday encabezó la llamada escuela neofirthiana y desarrolló a partir de la década del sesenta del siglo XX la teoría sistémica. En distintos trabajos de ese período, consideró que el lenguaje era sonido organizado: la fonética estudia los sonidos, y la lingüística, su organización. La descripción de una lengua debe considerar los distintos niveles de estructuración; ellos son situación, forma y sustancia, y se relacionan entre sí mediante el contexto y la fonología. Solo la forma es estrictamente lingüística; la situación consiste en la circunstancia social real en la que funciona la lengua y la sustancia es su materia, sea fónica o gráfica. La descripción debe mostrar la relación entre la forma lingüística —la organización significativa de la sustancia— y la situación, así como entre forma lingüística y sustancia; por eso postula los dos interniveles que realizan esas funciones (contextual y fonológico). El estudio de la forma incluye el léxico y la gramática.

Uno de los aspectos más estudiados del sistema por M. Halliday en las décadas del sesenta y setenta es la transitividad, que consiste de una red de sistemas que se originan en la cláusula mayor (la oración que contiene predicación). Los sistemas de transitividad se relacionan con:

  1. los tipos de procesos que se emplean en la cláusula;
  2. con los participantes, y con atributos y circunstancias de los procesos y los participantes.
Los tipos de procesos pueden ser extensivos o intensivos, según se trate de procesos de acción o percepción (Elena compró la casa; Las gaviotas volaron) o de descripción o identificación (Las fiestas navideñas son extenuantes; El presidente es Rodríguez Zapatero). Dentro de los procesos extensivos se distinguen el sistema efectivo (dirigido a un fin/objeto, como en Elena compró la casa) del sistema descriptivo (acción no dirigida, las gaviotas volaron). A su vez el rasgo efectivo puede manifestar el sujeto como actor (operativo) o como objeto (receptivo). Una descripción más refinada de la cláusula extensiva distingue el rasgo iniciador de la acción y otras posibilidades de relación entre los participantes (Juan rompió la ventana / La ventana se rompió).

Hacia mediados de la década del setenta sus trabajos comienzan a mostrar una tendencia creciente a traspasar los límites de la oración en el análisis gramatical, como lo muestra con elocuencia su libro Cohesión en inglés [Cohesión in English] (1976), realizado en colaboración con Ruqaiya Hasan, y en el que elabora los distintos procedimientos cohesivos que hacen posible hacer del texto un objeto con significado. Su gramática funcional publicada en 1985 exhibe la consolidación de su modelo gramatical (ver Estado del arte).

Lecturas básicas

La escuela lingüística de Praga

El círculo lingüístico de Praga fue fundado por lingüistas checos y rusos (Bohuslav Havránek, Vilém Mathesius, Joseph Vachek, Bohumil Trnka, Roman Jakobson, Nicolai Troubetzkoy y Serge Karcevskij) en 1926, en gran parte como reacción contra la tendencia de los neográmaticos a aislar los fenómenos lingüísticos y a estudiarlos de manera parcial. Se reconocen dos períodos en la obra de los lingüistas de Praga: un período clásico, previo a la segunda guerra mundial, y un segundo período, que se inicia una vez finalizada la guerra. Los lingüistas de Praga pueden caracterizarse como estructuralistas funcionalistas: parten de la relación interna entre significado y significante pero consideran las relaciones de la lengua con la realidad extralingüística. Sus aportes han sido sustantivos en todos los planos de la lengua.

En la época clásica destacan las investigaciones en el área de la fonética y la fonología, emprendidas especialmente por R. Jakobson, S. Karcevsky y N. Troubetzkoy; a este último autor se deben los principios y reflexiones que pasaron a conocerse como la «Fonología de Praga». En su obra elabora las nociones de fonema y alófono, es decir, la distinción entre «tipos distintivos» y realizaciones concretas de sonidos, que explica que los hablantes pronuncien y perciban las diferencias en la pronunciación de la s en las palabras asfalto, casa y asco pero al mismo tiempo identifiquen esas variantes como realizaciones del tipo (fonema) s, que permite contrastar significados (casa vs. cara). Debemos a Troubetzkoy la comprensión y la sistematización de los sistemas fonológicos de distintas lenguas a partir de los rasgos distintivos (pertinentes, relevantes) de los fonemas y la clasificación de las oposiciones fonológicas. Naturalmente, su obra se basa en buena medida en trabajos de predecesores como Baudin de Courtenay, Ferdinand Saussure, Otto Jespersen, etcétera.

Por otra parte, los lingüistas de Praga innovan al incorporar la perspectiva funcionalista en la definición de la lengua: para ellos, la lengua es un sistema de medios de expresión apropiados para un fin. Además, la lengua es un sistema funcional en sí: las estructuras fónica, gramatical y léxica dependen de las funciones lingüísticas y sus modos de realización.

En el período posguerra de la Escuela de Praga es notoria la mayor concentración en los estudios gramaticales y la atención brindada a los niveles superiores de organización de la gramática.

Ya Mathesius había concebido la lengua como un sistema de niveles correlacionados: fonológico, morfológico y sintáctico y suprasintáctico o estilístico. Los niveles superiores imponen su organización categorial a los inferiores, pero siempre el último selecciona los medios de realización. Cada nivel es un subsistema, con unidades propias. El análisis estructural debe abarcar el aspecto paradigmático y sintagmático. Son relevantes las contribuciones de B. Trnka al campo de la morfología y de Frantisek Daneš al de la sintaxis. Este último autor reelabora y completa teóricamente aportes previos sobre los niveles superiores; así, propone distinguir los niveles sintácticos de:

  1. la estructura gramatical de la oración;
  2. la estructura semántica de la oración y
  3. la organización de la emisión.

Especialmente original es la propuesta para el nivel suprasintáctico, desarrollada inicialmente por Mathesius. En este nivel, la unidad es la emisión o la «perspectiva funcional de la oración», que implica la contextualización de la lengua en una situación concreta, con un hablante y un oyente, en la que la función lingüística primaria es la representativa o informativa. La emisión es un proceso dinámico de comunicación, en el que sus elementos se jerarquizan de acuerdo con el grado de información que conllevan (= dinamismo comunicativo); esos elementos son tema (= información conocida) y rema (=información nueva).

La emisión se realiza mayormente mediante recursos no gramaticales aunque algunos se reflejan en el nivel gramatical (el acento contrastivo o enfático, la entonación, el orden de las palabras, etc.). Los estudios sobre la perspectiva funcional de la oración de los lingüistas praguenses son un antecedente central para el nacimiento de la Lingüística del Texto. En este sentido, también son un antecedente de importancia sus desarrollos en estilística funcional: concibieron la estratificación funcional de la lengua a partir de pares de rasgos como lengua intelectual vs. emocional, oralidad vs. escritura, habla dialógica vs. monológica, lengua informativa y lengua poética, la primera dividida en lengua práctica y teórica, y sobre todo una dicotomía que subyace en parte a la clasificación transversal: lengua popular vs. lengua literaria. Havránek distingue en el campo de la comunicación no artística la lengua cotidiana, la lengua referencial y la lengua científica; y más tarde también se refiere a la lengua periodística.

En este marco es preciso mencionar a Roman Jakobson (1896-1982), lingüista, fonólogo y teórico de la literatura ruso, quien debido a persecución política, igual que su amigo y colega Troubetzkoy, debió emigrar primero a Praga, más tarde a Dinamarca y Noruega, y de allí, por la amenaza de la invasión nazi, a los Estados Unidos. Su obra es vasta y abarca los campos de la fonología, la afasia, la lingüística general, la estilística y la poética. La contribución de Jakobson que más se ha difundido en la lingüística y especialmente en su enseñanza es la vinculada con las funciones del lenguaje.

Ese trabajo fue presentado en una conferencia titulada «Lingüística y Poética», que estuvo destinada a discutir críticamente la concepción tradicional que considera esos ámbitos como opuestos y solo tangencialmente relacionados. Jakobson sostiene que toda conducta verbal —no solo la poética— es intencional y está dirigida a un fin: el lenguaje debe ser abordado y estudiado en toda la variedad de sus funciones. Sobre la base de la teoría de la información formulada en 1948, que se articula sobre los factores que constituyen la comunicación (emisor, receptor, referente, canal, mensaje y código), dedujo la existencia de seis funciones lingüísticas: la expresiva, la apelativa, la representativa, la fática, la poética y la metalingüística. De esta manera, completó el modelo de las funciones lingüísticas clásico, presentado por Karl Bühler en su libro, Teoría del Lenguaje (1930).