El consumo responsable y su vinculación con la explotación de recursos
naturales y humanos
La necesidad de organizar la economía según la justicia, el respeto
al hombre y a los recursos naturales, ya no es una cuestión de opinión
moral o política, es un imperativo que nos exige poner de nuestra parte.
Esta posibilidad no deriva de derechos garantizados por la ley sino de
la voluntad de vivir de forma responsable en lo cotidiano. […]
El consumidor es el último eslabón del sistema económico y como tal
tiene la responsabilidad y el poder de cambiar el estado a que se nos
induce por los medios de comunicación social. […] Vivimos
en una sociedad que favorece el consumismo: nos hemos convertido en la
generación de usar y tirar. La publicidad nos bombardea con anuncios
cuyo objetivo no es nuestro bienestar, si no hacernos engranajes de un
sistema que reduce a las personas a consumidores sumisos. Este modelo
económico de producción y consumo tiende cada vez más a su agotamiento:
es insostenible. Las instituciones tienen que cumplir su
cometido y debemos exigirlo, pero tenemos a nuestra disposición medios
de intervención que pueden tener una influencia directa sobre los
centros de poder económico. Con nuestra forma de consumir podemos
influir en la marcha de la economía y del mundo en forma directa. Un
consumo consciente y responsable, orientado al fomento de actividades
satisfactorias para la naturaleza y las personas, es un decisivo
instrumento de presión frente al mercado. Si bien el
concepto de consumo responsable es amplio, podemos entenderlo en tres
elementos sustantivos: 1. El consumo ético: es aquel que
se pregunta por las condiciones sociales y ecológicas en las que ha sido
elaborado un producto o producido un servicio. Es una actitud diaria que
consiste en elegir de manera meticulosa lo que compramos sobre la base
de dos criterios: la historia del producto y la conducta de la empresa
productora, señalándole al sistema los métodos productivos que aprobamos
y los que condenamos. […] Este tipo de consumo implica dos
aspectos fundamentales: - La búsqueda de información y la
formación de un pensamiento crítico con la realidad que nos rodea, con
los medios de comunicación y la publicidad, cuestionándonos qué hay
detrás de cada cosa que consumimos y cuáles son sus consecuencias.
- La reducción de nuestros niveles de consumo como una opción
ética. Si nuestro modelo de desarrollo no es ecológico y genera
estructuras sociales injustas, no es posible que estimulemos esta
situación. Se trata de cambiar nuestro hábito de consumismo, optando por
un modelo de bienestar y felicidad no basado en la posesión de bienes
materiales: no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita.
Es un cambio en nuestra escala de valores y en nuestras prioridades.
Esto nos permitiría dedicar una mayor parte de nuestro presupuesto a
comer de forma sana, disfrutar nuestro ocio de una manera más
constructiva, reducir nuestro tiempo de trabajo e invertir en
solidaridad y trabajo comunal. […] 2. El consumo
ecológico: incluye las tres erres del movimiento ecologista: «Reducir,
Reutilizar y Reciclar», en el que también se incluyen elementos
esenciales como la agricultura y la ganadería ecológicas, entre otras
formas de producción alternativa. […] Los procesos de
globalización económica están transformando la estructura socioeconómica
del medio rural. La producción se desplaza a países con menos costo de
producción y menos protección ante los crímenes ecológicos. Todo esto va
encaminado a una producción destinada más al mercado que a las personas.
El productor se convierte en cliente dependiente de las multinacionales
agroquímicas (que le suministran semillas, fitosanitarios, combustible),
[…] y en proveedor de materia prima barata para la industria alimentaria
y las grandes cadenas de alimentación. Se está imponiendo
un modelo arrasador que provoca desaparición de culturas campesinas y
ganaderas más integradas en el medio natural, despoblamiento del campo,
destrucción de ecosistemas, pérdida de diversidad agrícola y biológica,
contaminación y deterioro de la calidad y seguridad alimentaria.
Paralelamente nos imponen otros hábitos de consumo, al incrementarse la
producción de pocos tipos de alimentos, en detrimento de la producción
tradicional de nuestra dieta. 3. El consumo solidario: se
impulsa el comercio justo, considerando las relaciones sociales y
condiciones laborales en las que se ha elaborado un producto o producido
un servicio. Se trata de pagar lo justo por el trabajo realizado. Se
trata de eliminar la discriminación por causa del color de la piel,
nacionalidad, género o religión; se trata de visualizar alternativas
sociales de integración y de inducir un nuevo orden económico
internacional. […] Reglas de oro: 1.
Ser críticos con nuestro consumo y nuestra forma de vida, aplicando
filtros tejidos con valores éticos. 2. Exigir
información e informarnos acerca de las condiciones sociales y
medioambientales en las que un producto o un servicio ha sido elaborado,
cómo ha llegado hasta nosotros y cuáles son sus consecuencias sobre el
ambiente. 3. Reducir nuestro consumo, como opción ética y
ecológica, optando por un modelo de bienestar y felicidad no basado en
la posesión de bienes materiales. 4. Practicar un consumo
respetuoso con la naturaleza, reduciendo, reutilizando y, por último,
reciclando y consumiendo productos ecológicos y artesanos. 5.
Practicar un consumo solidario y socialmente justo, respetuoso con las
personas y las culturas, en el que no haya lugar para la discriminación
ni la explotación.
Fuente: Guillermo Quirós Álvarez, en: ECOPORTAL
(http://www.ecoportal.net), 09/11/07.