¿Cómo podríamos hacer visibles aquellos saberes que no están inmortalizados en los libros? ¿Cómo recordamos aquellas vivencias que no pueden ponerse en palabras, sencillamente porque comprometen todos nuestros sentidos? ¿De qué forma podríamos recuperar esas prácticas y conocimientos que han sido transmitidos de forma oral a través de generaciones de hombres y mujeres?

Parece que Gabriel Baggio tiene algunas ideas sobre cómo hacerlo.

Esta es una performance en la cual el artista invita a Nicolasa, una mujer mayor que él, para que le enseñe a cocinar una receta: Picante de pollo. La obra transcurre en el proceso de enseñanza/aprendizaje de la receta. Mientras tanto, el público observa a los cocineros, huele los aromas que van impregnando la sala y finalmente degusta el plato. Baggio elabora cada detalle de esta experiencia: el mortero fue traído especialmente de Bolivia para moler los chiles; los platos en los que la gente come son de cerámica, los cubiertos fueron cuidadosamente elegidos en ferias de antigüedades; las lámparas son como las de antes y los vidrios están decorados con motivos florales de antiguos manteles de la abuela.

El artista dice: “Mi trabajo parte de un lugar altamente autorreferencial, y la primera demanda que supongo le exige al espectador sería la capacidad de trasponer lo que pareciera mío pero termina haciendo eco en miles de historias parecidas. Trabajar sobre la construcción de la memoria puede leerse tanto dentro de un núcleo familiar como de un todo social.”

Después de todo, no hay nada más intenso para recordar de dónde venimos que compartir el plato preferido que se hacía en casa.