Tomás Espina

Ignición

, 2009

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Tomás Espina, Ignición

Porque robando tu flor, el resplandor del fuego,
origen de todas las artes, se la entregó a los hombres.
Ha de pagar la pena a los dioses por una falta como esta,
para que aprenda a soportar la tiranía de Zeus
y renunciar a sus sentimientos humanitarios.

Esquilo, Prometeo Encadenado.


Una pared decorada con aves. De las aves cuelgan piolas como si fuesen globos. Alguien se acerca y enciende una de esas piolas que funciona como mecha. Se produce así una espera. El humo empieza a hacerse visible y el olor a pólvora invade el ambiente. Lo que parecía un cielo plagado de aves se convierte, de repente, en un infierno de fuego. La explosión, casi como un Big Bang, nos sorprende y nos fascina, tal cual ha fascinado el fuego al hombre por tanto tiempo. Algo de lo vital se da en esa explosión que no dura más que segundos para inmediatamente convertirse en… nada. En humo, en cenizas que se volatilizan y se extinguen, como el fuego, analogía de la vida.

Tomás Espina reflexiona sobre la condición existencial a la que está expuesto el hombre, sobre cómo el existir a veces está atravesado por la violencia y las dificultades. Lo insignificante y a su vez lo maravilloso de la vida, como puro acto de creación, aparecen como metáfora en la ignición del artista.

Tomás Espina, como un nuevo Prometeo, ofrece a los espectadores el fuego sagrado, metáfora de la vida y de la creación a través de obra artística. Esta fusiona algo del tiempo ancestral (la maravilla ante el fuego de los hombres que lo vieron por primera vez) con algo de la moderna percepción estética. Así, a través del mismo elemento: el fuego, se unen distintos tiempos en una misma acción.