Esta es una de las obras más reconocibles y representativas del arte argentino; constituye y forma parte de nuestro imaginario cultural. Es una pintura enorme y querible que cuenta un poco sobre quiénes somos y cómo llegamos a serlo. Antonio Berni la realizó en la Argentina de los años 1930. Como vemos, el pintor resultó permeable a los problemas económicos y sociales que nuestro país y el mundo atravesaban en aquella década signada por la crisis. Sus personajes reclaman nuestra atención, hasta parecen venírsenos encima, como si fuese una foto de primer plano. Si recorremos la obra a lo ancho y tratamos de entrar en su perspectiva elevada, podemos imaginarnos qué están pensando o qué sienten esos personajes observando cada uno de sus gestos. También podemos ver que sucede algo especial: esta manifestación nos sitúa frente a una masa personalizada. Estos individuos conforman la interesante trama de particularidades que representaron nuestros inmigrantes: cada uno es bien diferente del otro, pero además en este amontonamiento cada uno de ellos parece recortado del resto. Berni se aseguró de que pudiéramos distinguir a cada uno con lujo de detalles; frente a la idea común de manifestación como algo popular y difuso, en esta podemos identificar las arrugas y los pelos de la barba de cada uno de sus integrantes. Su pedido de “pan y trabajo” nos resulta tan próximo que es difícil mantenernos indiferentes. Berni fue un artista que reflexionó mucho acerca de qué contar en sus obras y acerca de cómo contarlo. En esta pieza eligió pintar a sus ásperos personajes sobre una tela de arpillera en vez de un bastidor, como acostumbraba.