En Malona, Alberto Passolini cita dos obras muy importantes del arte argentino del siglo XIX: La cautiva, de Esteban Echeverría, escrita en 1837, y la pintura de Ángel Della Valle, La vuelta del malón, de 1892.

Mirando y leyendo estas obras busca entender a la sociedad de ese momento. Dos temas saltan a la vista: la tensión entre civilización y barbarie, y la tensión entre la figura de un hombre fuerte y dominante y una mujer débil y sometida.

¿Quién establece qué es lo civilizado y qué lo bárbaro? ¿De qué manera se decide quiénes ocupan el rol de los débiles y quiénes el de los fuertes? ¿Cómo se construye la identidad?

Passolini llega a la conclusión de que durante el siglo XIX las mujeres ocupaban muchos lugares pero solo obtenían el rol sumiso de cautivas. Y de allí se pregunta: “¿Y por qué no un malón de indias embravecidas, cargándose a un cautivo blanco?” Así su pintura invierte con ironía y humor la dinámica establecida en el siglo XIX, revindicando el rol activo de la mujer. Su obra muestra una mujer valiente, luchadora y justiciera. La mujer ya no es pasiva, se impone, busca modificar el lugar que le han asignado.

Es importante recordar los cambios logrados por las mujeres en su lucha por la igualdad. Desde la década de 1960 el movimiento feminista defiende la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos: el social, laboral, político, sexual y doméstico.