Un banco de plaza y un automóvil conviven  en esta obra de Claudia del Río. Lo estático y lo dinámico se encuentran sin embargo en la misma situación: están paralizados en un tiempo que ya no es. Las imágenes que nosotros recreamos de nuestras vidas, de nuestras situaciones vividas, siempre están mediadas por el recuerdo e incluso por otras imágenes. Introducir ese quiebre en las fotografías significa también introducir un recorte, una selección en la mirada.

Las fotografías no fueron realizadas por la artista sino que las tomó de una caja en la que guarda diversas fotos. Interviene estas imágenes encontradas a través del corte transformado en huella. Claudia habla de ese corte como de una “violencia atenuada”. Pensemos en una cicatriz como una suerte de recuerdo, de “violencia atenuada” con respecto a la violencia explícita de una herida.

La representación “rota”  o lo roto de la representación son entonces una suerte de espejo invertido de la fotografía original. Por otra parte, introduce en un soporte de gran reproductibilidad, como la fotografía, la opción de lo artesanal. Hay algo de lo manual que aparece allí gracias a esta intervención de la artista. Una vez realizado este corte, Del Río vuelve a fotografiar la imagen, donde “el corte mismo termina siendo una representación”.