Lino Enea Spilimbergo

Terracita

, 1932 o 1933

Óleo sobre tela

23,5 x 58,5 cm

Colección Museo Nacional de Bellas Artes

Audio Texto

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Lino Enea Spilimbergo, Terracita

Un mundo de ensueño parece contener a los personajes de esta obra. La disposición de caja espacial que muestra la obra remite al espectador al espacio de los primitivos italianos, como también lo hace el trazado del piso en damero, típico recurso de perspectiva del Renacimiento. Ocurre que Spilimbergo estudió en Italia, prestando especial atención a los artistas del Trecento y el Quattrocentro italianos. Los personajes de la obra parecen maniquíes, congelados en el espacio y en el tiempo, puestos para acentuar aún más la sensación de irrealidad y desconcierto. Estas figuras se presentan monumentales, ya que tienen un peso y ocupan un lugar en el espacio, tanto en el primer plano como en el último. Una luz geométrica cae sobre los personajes que se retiran hacia la derecha, como comenzando un paseo hacia un “otro” espacio posible, incluso fuera del cuadro. ¿O es que son las mismas figuras en distintos momentos del tiempo?

La obra tiene las características de un sueño: al abrir una puerta, aparecen frente a uno las montañas. Spilimbergo elabora un espacio que puede denominarse metafísico, donde los parámetros de la realidad están siempre trastocados, ocultos bajo un velo de fantasía y nostalgia.