En la ciudad de Rosario, hace casi diez años, aparece por primera vez la imagen estampada de una bicicleta a escala real. Tomando como soporte la pared, el límite entre lo público y lo privado, esa bicicleta funciona de manera desconcertarte y genera algunas preguntas: ¿Qué hace esa bicicleta ahí? ¿Quién la dejó? ¿Quién la hizo? ¿Por qué esa imagen?

Traverso realizó la primera bicicleta una noche del 24 de marzo de 2001, fecha que recuerda el último golpe de Estado militar, llevado a cabo en 1976. El motivo de la bicicleta a escala real está tan bien definido que a la distancia no sabemos si es de verdad o de mentira… ¿está o no está? Así, ese medio de transporte popular deviene un símbolo de una ausencia, del vacío de aquellos que fueron desaparecidos durante la dictadura. Pero también es una presencia, una manera de recordarlos activamente y de hacer memoria mediante un simple gesto cotidiano.

La obra de Traverso es pública en todos los sentidos, por emplazarse en la calle y por trascender la búsqueda personal que le dio origen para pasar a ser de todos, estando en constante transformación y redefinición.

En palabras del artista

“Siento que esas imágenes poseen una fuerte carga nostálgica, es indudable. Hay quienes al verlas evocan su infancia, en otros despierta el recuerdo de amigos idos. Hace un tiempo atrás un amigo que se había marchado al exilio me dijo que al verlas le recordaba aquella bicicleta que él había dejado en su casa familiar antes de emprender la huida. (…). Eso es lo maravilloso de esta obra, su constante capacidad de resignificación según quién la vea y en qué sitio de la ciudad la descubra. Su poder nostálgico oficia como un disparador de sentido.”